de Leonardo Bernabé Madrid, mi padre, "cosechador de amistades que perduran". Para la familia, para los amigos, para quienes lo conocieron, para los que llegaron tarde, para el pueblo de General Guido

25/12/06

La Escuela

De mi paso por la escuela primaria, única, a la que pude concurrir tengo infinidad de anécdotas para contar,pero, elijo esta.
Doña Ernesta Roque, la Señorita Ernesta, era mi maestra... me llama, esa mañana, a su mesa escritorio, ubicada sobre una tarima de no más de quince centímetros del piso, altura suficiente, desde donde dominaba perfectamente, por encima de sus anteojos, todo el movimiento del salón y sin preámbulos dice: para el nueve de julio próximo, las autoridades municipales nos han pedido presentar un cuadro en los actos que en conmemoración de nuestra Independencia se realizaran en la Plaza, y extendiendo su mano, me acerca unas hojas prolijamente escritas , tú Leonardo, vas a leer estas palabras para recordar tan importante aniversario de la Patria, lo harás en nombre de la escuela y de todos tus compañeros.
Volví la vista al salón, los quince centímetros me elevaron, mire a mis compañeros y conseguí la fuerza necesaria para decir, no, a Doña Ernesta Roque, le dije No, no voy hacerlo Señorita, Usted encontrará entre mis compañeros quien pueda leer mejor y dejé, sobre la mesa escritorio, las hojas prolijamente escritas.
Mis órdenes no se discuten Leonardo, dijo la Señorita Ernesta, ahora ve a sentarte a tu lugar.
Volví a mi asiento con aire triunfal, ante la mirada aprobatoria de mis compañeros , Yo, el Negro Madrid, le había dicho No, a Doña Ernesta y la Señorita Ernesta, en lugar de amonestarme, me había mandado a sentar, y asunto terminado. Además cuando tocara la campana de salida, camino a casa le contaría a mi hermano mayor lo que había pasado y él me aprobaría también, hay que saber decir no y yo sabía. Tal y como lo tenía pensado, ni bien sonó la campana, levantando polvadera rumbie para mi casa, en el camino lo encontré a Horacio, mi hermano, le conté y el me aprobó, asunto terminado. Pero, unas horas después, otro de mis hermanos, el más chico, Loro, entraba a casa corriendo, anunciando a viva voz que Doña Ernesta, estaba en la puerta de la Escuela hablando con papá y empecé a inquietarme.
Cuando mi padre entro en la cocina de casa, aquella tarde, preguntando por mi, les aseguro, que me temblaron los garrones, Venga dijo, Usted mañana, va a disculparse con la Señorita Ernesta, y va a cumplir con el deber que ella le ha impuesto.
Yo mudo, pero Horacio, era muy locuaz, terció y dijo: Mire papá, el Negro tiene la razón, si él no se siente capacitado para hablar en público, no lo debe de hacer. Hacer, fue la última palabra que le oí pronunciar a mi hermano, yo miraba el suelo, pero supe, que la mano de mi padre en el rebenque, cabo de plata, hizo que mi hermano diera por concluida mi defensa.
Usted, va a leer el discurso, y no se habla más, concluyo mi padre. Dos lagrimones pesados cayeron sobre el piso gris de la cocina, dejando dos círculos imperfectos, levante la vista, buscando en mirada de mi madre la segunda instancia, cuando ella dijo, su padre, tiene la razón, supe que todo estaba dicho, siempre que mamá usaba el usted, era cosa juzgada.
Y llegó el día, la Plaza llena, mis compañeros, me miraban, murmuraban a mis espaldas y se reían, yo furioso, apretaba los puños dentro de los bolsillos, había banderitas de papel que los alumnos levantaban tan alto como les daba la medida de sus brazos, la tarde era desapacible, una llovizna persistente humedecía las ropas de los presente, finalizada las últimas estrofas del Himno Nacional y ante el aplauso de la concurrencia, subí al escenario donde, hermosa, Rita, representaba a la República, con gorro frigio y envuelta en los colores patrios. Y comencé a leer, unas gotitas finitas borroneaban el papel, y a mis ojos los nublaban las lágrimas que brotaban con el sabor amargo de la derrota, la Señorita Ernesta, había ganado.
Cuando finalizo el acto, Doña Ernesta paso su mano por mi cara humedecida por la lágrimas de la rabia, en un gesto maternal dijo ¡esta lluvia! yo sentí sus manos tibiecitas sobre mi redonda cara de negro diablón y entonces, me felicito ¡Muy bien Leonardo, muy bien!.
Al llegar a mi casa mi padre me esperaba, en la cocina, junto a mamá que me miraba y sonreía suavecito, papá, me dio cinco pesos moneda nacional y la mejor lección de mi vida.
A la Maestra, dijo: se la respeta, se la obedece, recuerde siempre, que esa Maestra, esta aquí, lejos de su familia, para que usted, sus hermanos, sus compañeros, mañana, sigan siendo libres. Las Maestras vienen hasta aquí de otros pueblos, para enseñarles a leer y escribir, para ayudarlos a pensar, cuando sea un hombre y tenga que defenderse en la vida, entenderá esto que digo, y ese día le dará las gracias a la Señorita Ernesta, por haberlo elegido.
Y no me baje la cabeza, ¡ que caracho!... yo quiero verlo estrellero, concluyó mi padre.
Leonardo Madrid (Negro)

A Don Santiago Rocca



Una "Tropilla" entablada
anda en busca de querencia,
su dueño dejó una ausencia
que está en la pampa clavada.
Se fue arreando en la bajada
al grito de ¡Juera Guay!
una tropa como no hay
ni habrá jamás otra igual.
hablo de Don Santiago Rocca
que fuera un Gaucho de Ley.
Se fue llevando a lo pagos
de donde ya no se vuelve,
la dignidad con que siempre
anduvo por estos lados,
de sombrero requintado
revoleando el poncho pampa
el lazo arrollado al anca
del último que montaba
un moro que galopaba
como pidiendo distancias
Desde todos los rincones
de la llanura pampeana,
aquel resero se alzaba
con su tropa de emociones,
cifras, gatos, pericones
estilos, triunfos, milongas
y desde el día en que sombra
se hizo pá entrar al silencio
lo llora en la rama el viento
y hasta en su silbo lo nombra.

Ahora andará Don Santiago
por los campos del Señor
cantando a la tradición
como lo hizo en estos pagos
sobre un "Pegaso" montado
sin errar ninguna huella
buscando entre todas ellas
como caballero andante
armar p´hechar por delante
una tropilla de estrellas.
Leonardo Madrid
1975

Para Tulio Nicasio

A bordo del Cesna de Conevial, en viaje de Camba Punta a Aeroparque Buenos Aires, te escribo estas décimas hermano. 9/5/1970

Mientras volamos seguros
sobre Esteros Correntinos
¡Palde!, estas líneas te escribo
a manera de saludo,
han de llegar, no lo dudo
mensaje aéreo y expreso
en manos del Sr. Bresso
de Ustedes sincero amigo
en Marcos Juarez nacido
y de Tortugas Vecino.
Copiloto de Fleury
que es quién comanda el avión
me dan la satisfacción
de devolverme a"las casas".
De estos dos buenos muchachos
por siempre tendré recuerdos
han sido dos caballeros,
y escucha lo que te digo
dos gauchazos flor y flor
para tenerlos de amigos.
Bueno HERMANO hasta otro día
y que DIOS esté contigo
pongo en manos de tu amigo
el Sr. Bresso el mensaje
pronto estaré en Aeroparque
y desde allí hasta mi rancho
queda un trecho no muy ancho
que las ganas de llegar
harán que vuelva a volar
¡esta vez como el CARANCHO!
Firma Negro 1970

15/12/06

Mirando fotos

En esa mirada nos estamos viendo,
nos encontramos, en el paso vacilante
del anciano que camina lerdo,
en el silencio de palabras mudas,
en el abrazo retenido,
en el beso nunca dado, nunca recibido,
en la mano que acaricia sin rozarte, sin tocarme,
en el viento imposiblemente quieto de esa tarde,
en el gusto de esas cosas ricas
que vuelcan los recuerdos en mi boca.
En el aire se adivina el olor de nuestra casa
y el corazón de un galope corto,
suelta en mi memoria,
todas las historias que guardan estas fotos.
Mirando fotos con mis hermanos un domingo de 1978.
Leonardo Madrid

Plaza de Mayo, dicienbre del 66.-

Plaza de Mayo, diciembre de 1966, en mi hora de descanso llego a la Plaza buscando la sombra fresca de esta Palmera, veo la gente que pasa, como yo, trabajadores, que se han detenido a descansar y buscan la sombra fresca de esta Plaza Centenaria.
En unos días se cumplen seis meses del golpe Militar al Presidente Arturo Ilia, hago un recorrido visual de la Plaza, la fuente, la Pirámide, allá el Cabildo, adivino a mi espalda la Catedral, a mi izquierda el Edificio del Banco, la Casa Rosada, levanto la vista y en lo alto del mástil flamean libres los colores celeste y blanco de la bandera de mi Patria. El sol cae a pleno en el centro de la Plaza dejando un claro manchón caliente que ni las palomas se entreverían a pisar.
Hay dos señoras sentadas a mi derecha, conversan, parecen amigas, de pronto, una de ellas levanta la voz y puedo oírla decir.
-Tú, Política, eres por definición el conjunto de asuntos que interesan a El Estado. El Estado es la Nación, Nación es una comunidad, La comunidad es la unión de personas que tienen intereses comunes, que están unidos por lazos históricos , lingüísticos, religiosos, económicos, establecida en un territorio. Ese territorio es el País. Cuando los Hombres nacen en ese territorio, me llaman Patria y yo, feliz cuando vi que mi pueblo que se organizaba en base a una Ley que llamaron Constitución, feliz cuando mi hijo Manuel me regalo esa bandera que me acaricia el alma cuando la mueve el viento.
Somos amigas desde siempre Política, tu sabes de Leyes, de Diplomacia, de Educación, de Salud, velas por el Bienestar General de mis hijos, hoy quiero hacerte una pregunta
¿Que has hecho de mi País, de mi Territorio de mi Comunidad, de mi Nación, de mi Estado.
La Política se abanica, con unos papeles que trae en sus manos, imposta la voz y responde, yo soy una artista, querida amiga, hago lo posible, si no te gusta lo que hasta aquí esta hecho, con la misma Ley que, dices, tus hijos se dieron, en nombre del poder supremo que detentas ¡Demándame!, que pongo a Dios por testigo, Estimada amiga, el problema no soy yo, son esos hijos tuyos hijos, tan mal educados, tan soberbios, tan avasalladores, tan impacientes.
No permito que hablen mal de mis hijos, ellos están siempre dispuestos a defenderme, hasta son capaces de morir por mi, dice La Patria.
No te equivoques,Patria, morirían por ti, si yo se lo ordenara dice la La Política y abanicandose con sus papeles, camina hacia el manchón de fuego, que ni las palomas se atrevían a cruzar, pasa, saluda con una sonrisa estereotipada a la Plaza Centenaria y se pierde en la sombra fresca, que adivino, de la Casa Rosada. -Leonardo Madrid

14/12/06

Sacando cuentas

Cuando saco cuentas, descubro, que la Vida es Eterna.
Muchas veces, cuando andaba por los caminos, me quedaba mirando los paisajes que me parecían conocidos, una tarde que andaba paseando por la orilla del mar, en Cueva del Tigre, me quede mirando el acantilado y en un momento me pareció verme, mirándome desde lo alto, otra vez estaba en Comodoro y el viento soplaba enloquecido y de pronto me vi, niño, corriendo con el viento. Por que no creer que la vida es eterna.
AL COMETA HALLEY
Por poco, no lo vi dos veces, sí, la primera vez en 1910, estaba en el vientre de mi madre, seis meses exactos después de su paso, nacía yo, estamos en los últimos días de 1985 Halley ya esta pasando por sobre nuestras cabezas, pero a simple vista, no podemos verlo, la próxima vez cuando vuelva, habrán pasado otros, setenta y seis años, 2061, mi nieta tendrá entonces ochenta y cuatro años, ella si, podrá decir que vio al Cometa dos veces, pero Halley hoy ,se niega a mostrarse frente a nuestros ojos.

12/12/06

Te pido

Cuando yo vaya a morir
acaso cuando Dios diga
que debo dejar la vida
Quiero con proa al sur
desplegar todas las velas
para que el viento me lleve
al Cañadón de El Vecino.
Que vos conoces por Guido.
Cuando comience a sentir
el estertor de la muerte
quisiera tener la suerte
de partir, sin un dolor
sin causar mayores penas,
que en una mañana serena
se detenga mi corazón
y envuelto en blanco ropaje
antes del último adiós,
si me has querido, una flor
me des para hacer el viaje.
Leonardo Madrid 1976

Canción de Navidad

Va a nacer un niño, el hijo es de Dios
nos trae, la esperanza, la fe y el amor
la estrella de oriente anuncia la nueva
y hollando la arena van hacia Belén
los tres Reyes Magos, deseando saber
dónde ese niño habrá de nacer
Humilde el pesebre, humilde la Madre
es humilde todo, también lo es José,
que lleva a María huyendo y huyendo
del perverso Herodes, cuya orden fue
sacrificar los frutos que fuesen abriendo
de todos los vientres ¡matar al nacer!
y ahogar en su sangre al hijo del Cielo
para que a él nunca, nadie le reste poder.
Y allí está ese niño, ¡recién ha nacido!
al verlo con frío el asno le da calor de su aliento,
como si advirtiese que el recién llegado
según preanunciara de Oriente la Estrella
será en este mundo templo de bondad.
Y llegan los reyes que van a adorarle
negro Baltazar, blancos los demás
mandato supremo, pues Dios ha querido
que negros y blancos valgan por igual.
Ahora el niño duerme ¡recién ha nacido!
es él la esperanza de la humanidad
es él la promesa, de una vida digna
él es el amor y la paz
Y para que así sea por toda la tierra
mensajeros celestes de la eternidad
cantan villancicos en su Navidad.

Leonardo Madrid
Diciembre 1972

Los Amigos.

Así como a un tajo llega
la sangre sin que la llamen,
deben llegar LOS AMIGOS
sin que se lo ordene nadie,
al lugar donde otro amigo
su presencia les reclame.
Y nada de andar con vueltas
hay que montar y soltarse,
que no haya vientos, ni lluvias
ni nada que los aparte de la huella
¡hasta el amigo!
hay que salir y pegarle.
L. Madrid 1965

La Leyenda

Esto que voy a relatar, sucedió en mi pueblo, corrió de boca en boca, fue contado muchas veces por aquellos días, no había reunión donde no se hablara de lo sucedido, hasta que otro acontecimiento ocupo su lugar en importancia, suspendido en el tiempo del olvido, en la memoria colectiva del pueblo, este y otros hechos esperan a que alguien los rescate, entonces la memoria popular hace lo suyo, agrega poesía y nace la Leyenda. Los pueblos definitivamente son dueños de sus leyendas.

Esto sucedió, todavía vive en Gral. Guido el eco de aquel llamado Riiiiiiiiiiina pero pronto será.
Leyenda.
Para mi querida amiga Estela Apesteguia de Loubet (Estelita)
Cuentan que en noches serenas
“De claras lunas de nacar”
La muerte suelta las almas
Y las deja, libres, errantes.

Dicen , que en esas noches
Se oye como un arullo
Cuando esas voces doliente
llaman a los suyos.

Que caminan entre las sombras
Aseguran los poetas
Hasta que nace la aurora
Y a la noche se las lleva.

Yo no se que puede haber
De verídico en los cuentos
Que alguna vez escuche
De boca de los más viejos.

En el pueblo de General Guido
Había una moza muy linda
Que andaba siempre llevando
De la mano a su sobrina.

Se las veía juntitas
siempre gastando alegrías
dónde llegaba la tía,
¡allí estaba la sobrina!

La Tía en trágica noche
murió a manos homicidas
un hombre despechado
de un tiro le arranco la vida

Y la nena se fue más tarde
Por el camino del llanto
Corriendo tras de su tía.
Gritando su nombre en vano

Enfermó la pobre nena
No comía, no dormía.
La ciencia, hizo cuanto pudo
Por sostenerla en la vida.

Todo inútil, poco a poco
Se fue quedando dormida
En el sueño de lo eterno
Dibujando una sonrisa.

Pero antes, de que sus ojitos
Se cerraran para siempre
Dicen que la madre oía
La voz doliente de la Tía.

Que cuando la luz del sol
en el poniente se hundía
desde el fondo de la noche
se oía su grito ¡Riiiiiiina!

Yo no se que puede haber
De verídico en el cuento
Menos si desde el más allá
Llega la voz de los muertos.

Solo sé que sí anduvieron
Siempre juntas por la vida
Donde llegaba Pepa
Allí estaba Rina.

Dicen, que en noches de cielos abiertos
Desde la barranca de la laguna
Las han visto correr por el camino de plata
Que les dibuja la luna..

Cuando pases por mi pueblo,
Recordarás esta historia
De una tía y su sobrina, que gastaban alegrías.
Siempre juntas por la vida.
Leonardo Madrid
Abril de 1971
***

10/12/06

Decir con el corazón

Pialando recuerdos.
(septiembre de 1960)
Sin despreciar a ninguno,
yo le canto a los sureños
es desde allí donde vengo
y entonando mis canciones
hecho andar las emociones
de lo vivido que tengo.
Yo soy de un pago más gaucho
que galopear de zorrino
y si voy por los caminos
tan libre como los vientos
es que cantor yo me siento
recordando a mi pueblo, Guido.
Le he cantado al payador
que hizo llorar la bordona
al que desde la maroma
se largo sobre un bagual
que entró duro a bellaquear
al rayarlo las lloronas.
También cante al pialador
que dando soga a un novillo
lo hizo rodar hecho ovillo
tirando por sobre el lomo.
Entre las planta, canté al aromo
Entre los bichos, al grillo.
A un cuchillo que un amigo
me "osequió" en Carmen de Areco
cuchillo cabo de hueso
más cortador que los vientos
lindaso pa sacar tientos
tan finos como parejos.
Al pampero que recuerdos
me trae de cosas pasadas
de copas entreveradas
entre cifras y milongas
en bailes de meta y ponga
contra puntos y payadas.
A las mañanas del campo
al sol que desde el naciente
esta hechando luz caliente
sobre los pastos dormidos.
A los pájaros que sus nidos
abandonan en el monte.
Y por no quedar con deudas
templo mi guitarra y canto
que quienes andan sembrando
surco adentro con amor
semillas de tradición
y el malambo zapateando.
***
JINETEANDO
(A Cacho Loubet Jinete de mis pagos)
Bufa el bagual estaqueado en el palenque,
le han colocado unos cueros que sus ojos tapan
se sienta en los garrones y a sus patas
le entran temblores de miedo a las cacharpas.
De la oreja un paisano lo sujeta
otros con cuidado le hacen silla
y lo cinchan adelante fuerte y fiero
pa que no heche la cincha a la verija.
Entre todos un gaucho de mis pagos
vigila nomás la tarea de los otros
cuando todo está listo, él monta, lo hacha
pa entablar un mano a mano de hombre y potro.
La lucha es sin cuartel, los dos son guapos
el potro hace todo por revolcar la monta
mientras el gaucho con espuela y a rebenque
va vendiendo muy cara su derrota.
De pronto el animal su furia aquieta
largandose a correr despavorido
renuncia al rebenque y a la espuela
la habilidad del hombre lo ha vencido.
Y es así como vuelve hacia el palenque
desandando el camino recorrido
ese potro que aflojó con los rigores
que le supo imponer este argentino
***
Siempre Anduve Despacito
Me fui del pago natal
por ver de tentar ortuna
apenas tenemos plumas
nos largamos a volar.
y aprendi en la adversidad
de los años sin abrigo
que tuve muchos amigos
para lo que usted guste y cuadre
pero como mi padre nadie
tengalo por bien sabido.
Acariciando ilusiones
de hallar nuevos horizontes
cruce la pampa, los montes
en todas sus direcciones.
Yo me aguante los cimbrones
que la vida me ha pegado
y tengan por bien sentado
que en partido sin revancha
soy capaz de hacer patancha
después de haber cabrestiado.
Tengo como capital
de lo que yo he recibido
como herencia: mi apellido
buen ejemplo y ¿pa que más?
Nunca me gusto tomar
lo que no me pertenece
y aunque mentira parece
prefiero no tener nada
a que de noche la almohada
me lo acuse muchas veces.
He aprendido en el andar
rodando sobre mi flete
que pa que a uno lo respeten
hay que saber respetar.
Que no hay que diferenciar
entre blancos y morenos
por que si al cabo nacimos
cada uno de un color
no es que el blanco sea mejor
que quien ha nacido negro.
Siempre anduve despacito
es mi manera de andar
pa que me voy a apurar
si igual llego al trotecito.
Me alcanzan al galopito
otros que andan por la huella.
Eso sí, le meto espuela y lonja
al que voy montao
pa llegar pronto al llamado
de mi "divisa" o mi prienda.
Bien amigos al pasar
les he dejado mi retrato
jamás me las doy de guapo
pero no me dejo arrear
aunque manso a corcobear
me arrastro si me molestan
y no ha de ser un maleta
quien quiera pisar mi manta
por que cuñao en la cancha
no se lo que es recular.
Leonardo Madrid
***

7/12/06

Charlas de sobremesa

...Chiquito escondido entre pajonales y cañadas, estrechado, entre el espejo de agua de la laguna hacia el poniente y el campo con sus cañadones al naciente está General Guido, nuestro Pueblo.
Nosotros pasábamos dentro de sus límites el año escolar finalizado éste, emprendíamos el viaje al campo que arrendaba nuestro padre, para pasar allí los meses del verano.
Los días pasaban rápido, ni cuenta nos dábamos, la noche nos envolvía con sus misterios y los cuentos de luces malas y aparecidos que se contaban en torno al fogón ¡cuánto miedo! Los más chicos tiritábamos y corríamos a aferrarnos de las polleras de mamá buscando amparo para ese miedo a luz mala que no veíamos alumbrar o al aparecido que no aparecía por ningún lado.

....correteábamos de chicos tras los juegos que alternativamente se ponían de moda, hoy el trompo, ayer el barrilete que fabricábamos con papeles de diarios cuando no disponíamos del de colores que comprobamos con algunas moneditas en el almacén de Ramos Generales y jugábamos a los tajitos en el campo de Cepeda.
Bolita, rescate, mancha, escondite, gallito ciego y tantos otros...


... era de madera, el viejo puente por donde pasaban las aguas que le sobraban a la laguna El Carnero (así se llamaba entonces la laguna), los terraplenes del Ferrocarril del Sud contenían sus aguas que pasaban dificultosamente por la alcantarilla mayor y ganaban el campo formando bañados y lagunitas que se poblaban de teros, gallaretas, gaviotas, patos, cigüeñas, espátulas, flamencos y tantas otras aves silvestres. Hacia 1925 se caía solo el Viejo Puente y entonces lo reemplazaron por el actual de varios metros de luz, sostenido por bovedillas.

QUERENCIA
(A mi pueblo natal General Guido en la Prov. De Buenos Aires donde viví los años inolvidables de mi niñez y parte de mi Juventud. 1962)

Yo he nacido en estos pagos
Por eso de tanto en tanto
Vengo a verlos... ando y ando
Y al recorrer la barriada
Me entristezco al ver que nada
De otros tiempos va quedando.

Muchos amigos se han ido
En el viaje sin regreso
Y la marcha de los tiempos
Va borrando a tranco lerdo
Lugares que en mi recuerdo
No habrán de morir por eso

Miro allá lejos la Iglesia
Donde nos catequizaban
Alta torre levantaba
Y una tarde, yo era chico
Se vino al suelo hecha añicos
Y en ruinas ella quedaba

Entre los ricos del campo
Y los humildes del pueblo
La levantaron de nuevo
Ayudando a su manera
Para que Guido tuviera
Su iglesia mirando al cielo.

En tus calles polvorientas
Jugué con otros purretes
Al trompo, a los barriletes
Y en noche de plata y luna
Pescamos en tu laguna
o desde tu viejo puente

Fuiste cuna de mis padres
Aquí formaron su nido
Y la iglesia que se vino
Al suelo haciéndose añicos
La unión de su amor bendijo
Y a Dios por eso bendigo.

Aquí emplumé de pichón
Después me largue a volar
Y en el rodar y rodar
Del mundo que he recorrido
El lugar donde he nacido
Siempre quise regresar

Por eso te canto Guido,
Pueblo de mi mocedad
Si tu recuerdo se va
Borrando en tantas ausencias.
Para mi sos la querencia
Que nunca podré olvidar
Leonardo Madrid (Negro)

Rogelio y la felicidad.

Pánfilo era un gato barcino, flaco y ronroneador que siempre estaba cerca de mamá, así me lo contaba mi hermano Rogelio, mientras tomábamos unos mates en el patio de su casa en Tandil rememorando nuestra feliz y lejana infancia allá en Guido.Papá lo llamaba Pánfilo, Mamá Chali y curiosamente el michalico respondía a los dos nombres. Cuando papá lo veía cerquita del fogón hecho un ovillo decía-Mire que es mañero este gato Isabel. Mamá sonreía suavecito, sólo mamá podía sonreír así.Cuando papá lo encontraba en el patio asoleándose o mirando fijamente a las ratonas que con sus saltitos movían las plantas de retama, decía fuerte para que mamá lo escuchara ¿qué sabe el burro de confites si nunca fue confitero?Y Mamá, salía restregándose las manos a la puerta de la cocina para responderle- un día el Chali te va a sorprender Bernabé… y papá, sonreía moviendo la cabeza.Y ese día llegó, Avinceto viejo (papá) estaba sacando tientos aquella tarde, sentado en su banquito de cadera, cuando el michalico rodeo la bomba del agua y se le acerco dejando caer a sus pies el producto de la cacería, una lauchita gris, que minutos antes andaba vivaracha entre la leña que se apilaba debajo del horno de barro, arqueo el lomo, maulló cortito y salió rumbo a la galería buscando las caricias de mamá que sonreía viendo la escena mientras canturreaba con melodía de Huellita “Overito Azulejo /Tranco andador/ en las quinientas varas/ siempre al fiador”Papá soltó una carcajada fuerte que se oyó en toda la casa y yo, sentado en la parecita de la galería, reía con ellos –recordaba Rogelio, aquella tarde en el patio de su casa en Tandil- Desde entonces papá no volvió a llamarlo Pánfilo, desde ese día fue “el Chali”. Murió de viejo una siesta de enero, bajo la sombra de la planta de retama y allí descansa, en ese, su lugar de nuestra casa en Guido. El Chali, Overito Azulejo tranco andador...
Aquella tarde, mi hermano y yo volvimos a guardar en la cajita invisible, donde mamá decía, se guardaban las cosas lindas, esos retacitos de felicidad.

La Cajita invisible, es capaz de aparecer el día más triste, más oscuro y abrirse frente a nuestros ojos para secarnos con una brisa suave las lágrimas, encendernos la sonrisa y así entibiarnos el corazón. Esta tarde fría de
Agosto de 1978 se ha abierto para mí.

1969, El hombre llegó a la luna.

Luna, Lunita, Luna dame salud y fortuna

Allí esta, redonda, enorme, al alcance de nuestras manos, mi madre dice que es la casa de la Sagrada Familia, ¡Miren chicos!, María ha abierto los postigos y junto a José y el niño están viéndonos. ¡Saluden chicos! y ella recitaba aquella letanía “Madre de amor, de misericordia y dolor, ruega por nosotros María. Amen”
Los postigos de aquella casita, se cerraban según los menguantes, y mi madre decía, que si el Candil de María proyectaba la sombra de los postigos hacia abajo, vendrían días de lluvia, si por el contrario, la sombra quedaba mirando para arriba el tiempo estaría seco. Otras veces cuando llovía por varios días, la escuchábamos decir María se olvido el balde en la ventana, o que grande será tu dolor madre mía que no has dejado de llorar en días. Otro de sus dichos era, Luna, lunita, luna dame salud y fortuna.
Cuantas noches de aquella feliz infancia jugamos a su amparo, corríamos hasta el viejo puente, ella, nos seguía vigilante viajando despacio, muy despacito se ocultaba tras el monte de El Mirador para aparecer más tarde espléndida sobre la laguna.
Esa Lunita que conoció mi secreto más secreto, que me acompaño por los caminos, dejo su brillo en la boca de mi guitarra para que no la olvide, ¡cómo olvidarte!, Lunita testigo fuiste de aquel primer beso, de mi primer urgencia, de sueños, desvelos, despedidas y ausencias, lunita de Guido que ayer fue alegría hoy es nostalgia.
A la Casa del carpintero, su mujer y su hijo, la ocuparon hoy, le pusieron la "pata" encima, una bandera que pretende ser de todos, que no será jamás la mía, cuando los intrusos llegaron encontraron la casa vacía.
Miro esta luna y recuerdo aquel cuento que mamá nos contaba ... "Imaginen ustedes una noche clara de luna llena, se apaga el último candil, el nochero está en su estaca y de pronto en la tranquilidad de la noche se escucha un grito desesperado... ¡Ayuden!, ¡Ayuden a este pobre pastor!
...El pastorcito mentiroso una vez más comenzó a gritar alertando a los vecinos, pidiendo ayuda ¡auxilio, un zorro, un zorro!, Pero nadie le creyó esta vez, mientras tanto, oculto, el zorro se relamía, tomando agüita en la orilla del bañado y aullándole a la luna le pedía, Dame Lunita llena tuétano blanquito, en el menguante grisáceo y en el creciente negrito..."
Miro esta luna, ya no es la mía, ni la de los poetas. Miro esta luna y veo la huella del depredador que está relamiéndose y pidiendo ¡tuétano blanquito!.
Leonardo Madrid (Negro)

¡Si Dios está en todas partes!

¿para que tengo que ir a la Iglesia Mamá?, preguntaba desde la puerta de la cocina.
-Al Señor le gusta recibir visitas en su casa, No deje de ir hijito, pedía ella, entonces, salía arrastrando las alpargatas por el zaguán, ganaba la calle polvorienta, cruzaba el ancho boulevard y entraba; el chirrido de la puerta se agigantaba en el recinto, los santos tapados con terciopelos negros en Semana Santa, el altar ,frío, de mármol blanco, el hermoso tabernáculo, el olor a nardo y azucena, las primeras que mi madre cultivaba en casa eran para la Santísima Virgen, que en la advocacion de Nuestra Señora de la Merced protege nuestro pueblo.
La vida me ha llevado por distintos caminos, cuando llegaba a algún pueblo cruzaba el umbral de la Iglesia y hacía una visita y aún hoy lo sigo haciendo.
Fui monaguillo, Sí, aunque cueste creerlo, pase la limosnera y participe de alguna travesura, cosas de chiquilines, en el sagrado ámbito de la casa de Dios, probé el vino, descubrí como se hacían las hositas y comí alguna, antes de consagrarlas, por cierto, pero no lo dije en confesión ¿pecado? y ¡quien está libre!
Estoy en Guido, pasamos con mis hermanos a llevar unas flores a la Virgen, y al cruzar el umbral, la sorpresa ha sido tal, que quedamos mirando en un larguísimo rato en silencio, ese vacío inexplicable, que el Cura Herrera quiere llenar con palabras, y habla, de Concilio, de reformas, de teología.
Con nuestros recuerdos, salimos, juntamos los retazos de memoria que cada uno tenía de la Iglesia donde nos catequizaron y el resultado fue, ¡Mamá!, pequeña, menuda, con su ofrenda, su escapulario, su rosario cruzando la plaza rumbo a la Iglesia, nuestra madre, tan devota, tan observante de preceptos, entrando por esa puerta que se había abierto tantas veces para ella desde aquel frío junio de 1901 cuando cruzo el umbral Isabel Algañaraz y salió del brazo de su eterno compañero Bernabé Madrid, y a medida que los años pasaron lo cruzaron juntos, tantas veces, con un hijo más en los brazos para que fuera bautizado, y después fueron las primeras comuniones y los casamientos y hasta el bautizo del primer nieto.
Del bautismo al Responso, la vida del Pueblo traspuso ese umbral cada día, para contemplar en silencio al Santísimo en el tabernáculo, para ser ungidos con el óleo verde amarillento perfumado del el Santo Crisma.
Y fue el Pueblo, todo, de General Guido el que puso manos a la obra para levantar la torre del campanario cuando se “vino al suelo haciéndose añicos”
¿Mamá comprendería? ¿Aceptaría estos cambios en la casa del Señor?
La Iglesia de General Guido, ha sido despojada de los antiguos oropeles. Hoy la Cruz, El Santísimo, la imagen de Nuestra Señora de la Merced, los bancos, el confesionario resisten el ventarrón de cambios que cruzo el umbral y el eco del vacío habla de nuevos tiempos. ¿Era necesario, modificar el escenario?, Creo que no, la hermosa Iglesia de Nuestra Señora de la Merced nos pertenecía a todos, Padre Octavio Herrera, su explicación no alcanza, a mí, no me conforma.
Vuelvo a aquellos años cuando preguntaba:
- ¡Si Dios esta en todas partes!, ¿para que tengo que ir a la Iglesia Mamá?
- Al Señor le agrada recibir visitas en su casa, No deje de ir hijito.
y entonces regreso sobre mis pasos, los recuerdos me empujan, me llevan, me detengo en el atrio, cruzo el umbral, empujo la puerta, entro en silencio y pido una de las tantas cosas que mamá nos enseñó.
...trescientos días de indulgencia para Octavio Herrera, si arrepentido de sus pecados y con propósito firme de enmienda hace examen de conciencia y reza con devoción Padre Nuestro, Ave María y Gloria en memoria de las cinco llagas de Nuestro Señor... Amén.
Leonardo Madrid (Negro) 1969

Don Felipe Bravo, curandero del pabilo

Entre rincón de Ajo y Dolores, en los Montes del Tordillo, en un humilde ranchito, pasaba sus días dedicada por entero a ayudar al prójimo, Doña Rosalía, ella manejaba las propiedades curativas de hierbas y plantas, a ese lugar, poco menos que escondido, en medio del monte llegaban infinidad de viajeros en busca de curas para sus males, los que la conocieron afirmaban que esa viejecita tenia algo angelical, su mirada, su voz, sus gestos todo en ella irradiaba bondad, una infinita bondad, vivió allí hasta su muerte dejando a todos sus seguidores con una pregunta ¿ y ahora?
El poder de Doña Rosalía, después de un tiempo, se manifestó en su hijo Felipe, Don Felipe no vivía en el monte, sino en la Ciudad de Dolores y hasta allí comenzaron a llegar los enfermos cuando la ciencia daba su veredicto definitivo y definitorio de Imposible, está todo hecho, el Curandero del Pabilo era la última esperanza y hasta él llevaban al enfermo.
Yo conocí a Don Felipe Bravo y debo decir que con su ayuda mejore, no me atrevo a decirles que me cure... ya sabrán por que.
Cierto día, jugaba yo, en el patio de casa y apareció un sapo de ojos saltones, animal inofensivo por cierto, mis hermanos mayores se dispusieron a dar caza y muerte al pobre bicho, cometido el Batricidio, como lo llamo Horacio, siguieron con el partido de pelota que minutos antes habían suspendido a causa del Sapo, yo mientras tanto me fui a refugiar en la cocina cerca de mamá, muy asustado. Mamá me calmó y me propuso salir al patio para ver el partido que disputaban mis hermanos con mis primos, salí , con un pedazo de galleta en la mano y me senté en unos cueros de oveja que estaban tirados en un rincón, al verme Rogelio, , pega un grito ¡salite carajo! Que abajo de los cueros esta el sapo que matamos.
Pegue un salto y salí corriendo a los brazos de mamá, ella trato de calmarme diciéndome que era una broma, que allí no había nada pero esta vez no tuvo éxito.
No quería mirar para el rincón, llego la noche y el sapo de ojos saltones me miraba desde los pies de la cama. Los días pasaban y las cosas empeoraban no comía, no tomaba agua en todos lados estaba el batracio, si abría los ojos, lo veía, decidí, no abrir los ojos ,pero entonces el sapo me rasco la pierna y empezó a cantar.
Aquel sapo estaba en todas partes, se había adueñado de mí y yo me debilitaba más cada día.
El médico no podía y algún familiar invoco entonces el nombre de Don Felipe Bravo.
Recuerdo los preparativos del viaje a Dolores, antes de salir, una prima de mamá me preparó un té con leche y me lo dio a beber en un jarrito, que a mi me gustaba mucho, que tenia unos pajaritos pintados, pero no pude ni probarlo, cuando me puse la bombilla en la boca el sapo me rasco la lengua. Abrazado a mamá y con mi padre en aquella volanta llegamos a la estación horas más tarde estaba frente a Don Felipe, mi padre le contaba, mamá sostenía mi mano entonces abrí los ojos y lo vi, un paisano alto, de ojos claros, tez trigueña, bigote trabajado hacia abajo, voz de trueno, hablaba pausado, amasaba entre sus dedos unos hilos, los mojo con su saliva y me los paso por la cabeza...
Después mis recuerdos son confusos, la estación, el tren, perfume a lavanda a jazmín, mamá me acaricia la cabeza y me dice estamos en casa.
¡La cocina!, estoy en la cocina de casa, sobre la mesa una taza humeante de leche con cascarilla, mis hermanos piden permiso y salen al patio a jugar yo voy con ellos, todo esta bien.
Conocí a Don Felipe Bravo allá por el año 1914, han pasado muchos años, pero no he olvidado un solo detalle de aquel encuentro, eso sí confieso que la aprensión por los sapos se ha mantenido hasta la fecha.

Alguna vez lo escuche a mi padre contar que uno de los hijos de su tía Gervacia Sosa, hermana de su madre, también había recibido las curas de Don Felipe. La Tía Gervacia, contaba papá, estaba casada con Don Esteban Facio, Guerrero del Paraguay, que con el grado de Teniente en el 4º Batallon 1º división Buenos Aires a las ordenes de Wenceslao Paunero había luchado en Yataity, Corá, Boqueron, en la Guerra de la Triple Alianza, finalizada la Guerra hacia 1870, se casó con tía Gervacia, entre los hijos de la Tía Gervacia y nosotros no había mucha diferencia de edad, decía mi padre. Seguramente, hubo otros problemas, porque mi padre no hablaba mucho de sus primos Facio, a decir verdad tampoco de los Aroza. Pero el tema aquí son las curas de Don Felipe Bravo. Contaba papá, que Don Esteban Facio se burlaba de los paisanos que creían en "ése que baboseaba hilos de algodón", pero un día ,a regañadientes, acepto que uno de sus hijos se sometiera a las curaciones del hijo de la vieja Rosalía, el enfermo desahuciado por los médicos, fue recobrando la salud, cuando estuvo mejor viajo a las Sierras donde completó su curación definitiva, regreso sano y continuo sus estudios, se caso y tuvo hijos.
El curandero del pabilo, hijo de la Vieja Rosalía, aquella, que solo salió del monte para enfrentarse con la Ley, cuando fue acusada de Brujería, no hizo diferencia entre los descendientes del Guerrero del Paraguay y el nieto de Juan (Juan Madrid era mi abuelo y Ciriaca Sosa mi abuela) decía mi padre dando por terminada la conversación.
Leonardo Madrid (Negro) 1970

El Baile

Había finalizado la yerra, todos se encaminaron rumbo a “las casas” para comer el asado, las damajuanas con el vino formaban fila en el rincón más sombrío del patio, en una mesa larga debajo del aromo, mamá y las tías convidaban a las visitas con las empanadas que recién fritas, llevaban la marca del azúcar quemada a fierro, ¿Año? 1917 talvez 18, él, había llegado de su país, ocho años antes, en sus ojos celestes estaba todo el mar que lo separaba de su Galicia natal y su pelo cobrizo, por cierto, lo diferenciaba del resto de los mozos que se habían dado cita aquel día en el puesto.
Ella, tenia un ramito de madreselvas en el pelo renegrido, una blusa blanca con voladitos en el frente y botoncitos, muchos, en la espalda, una pollera azul, un lazo del mismo color que marcaba la cintura, era muy bonita.
El gallego la miraba ir y venir por el patio, ella lo sabia, sonreía y cuando podía le pasaba, cerquita, tan cerca que lo obligaba a hacerse a un lado para dejarla pasar y volvía a sonreir suspirando un casi inaudible, disculpe.
Nosotros, mis hermanos y yo observábamos desde la puerta de la cocina, custodiando la mesa sobre la que esperaban turno para salir pasteles con grageas, quesos y dulces, buñuelos, un jarro grande para servir el té con cedrón, la galleta del mate, bombilla y los infaltables Anís Carabanchel, Ginebra en porrón y aquel licor de huevo, hecho por abuelita, que todas las damas ponderaban ¡muy bueno comadre!, a la segunda copita, pedían ¡la receta!, con la tercera recordaban a los difuntos y con la cuarta salían presurosas, balde en mano, a regar el patio, el olor a tierra mojada anunciaba que pronto comenzaría el baile, las risas nerviosas de las muchachas casaderas, competían con los gritos de ¡truco!, ¡quiero retruco! de los paisanos que miraban con el rabillo del ojo a la muchacha elegida. El Gallego, la habia elegido a Ella.
Los más viejos, revoleaban el hueso para despuntar el vicio nomás, alguien templo la guitarra, ante el silencio y la atención de los que lo rodeaban, otro desenfundo la acordeón de ocho bajos y no falto quien floreo “el aire trajo perfume a madreselva y cedrón por aquí ha de andar la moza que rompió mi corazón” y entre risas y aplausos salieron las primeras parejas a dibujar sobre aquel patio de tierra mojada unos círculos casi perfectos al compás de una polquita.
Ella estaba en el grupo de las solteras, el gallego, se le acerco tímidamente ¿baila osté? Pregunto, al tiempo que estrujaba entre sus manos lo que parecía un pedazo de trapo negro y no era otra cosa que la boina con la que lo habíamos visto llegar aquella mañana al rodeo.
Ella hizo como si no lo hubiera escuchado y comento entre risas y mohines a las muchachas que la rodeaban “Cuando el corral es chico hasta los gringos enlazan”, él bajo la mirada, se lleno de vergüenza, se fue a un rincón del patio y quedo acuclillado dibujando con un palito el piso de tierra, mientras sus compañeros lo alentaban ¡ vamos gallego, no se quede ahí! , pero él, parecia no escucharlos, se quedo ahí, solo, en silencio y cuando el baile estaba en su apogeo, ensillo y al tranquito de su alazán tostado rumbio para San Juan del Vecino.
Mazurcas, Valsecitos, Rancheras, llenaban de sonidos aquel patio, entre risas y estrepitosas carcajadas, los viejos se mezclaban en el baile de la silla y eran más fuertes las risas cuando los que quedaban sin compañero bailaban solos, entre los aplausos y los vítores de la concurrencia.
Sentada bajo el aromo quedaba ella, entre risas y mohines, orgullosamente sola. Todos bailaron hasta el amanecer del nuevo día, todos, menos ella.
Se fueron apagando las risas, los músicos guardaron sus instrumentos y los invitados en volantas, jardineras y vagones regresaron a sus casas. El Baile había terminado.
Años después volví a verla, una mañana, cruzar la Plaza del pueblo, como una sombra, en silencio, mientras el gringo que ella desprecio en aquel baile, en el atrio de la iglesia del brazo de su flamante esposa recibía los saludos de familiares y amigos.
La menor de sus hermanas se caso aquella mañana, ¡cosas del destino, ella cuido sobrinos!.
Leonardo Madrid (Negro) 1975

La Música

Los primeros acordes que supimos arrancarle a la guitarra fueron recuerdos oídos en ruedas de fogón allá en el campo, de verlo a nuestro padre ensayando una Cifra o una Milonga o los lamentatorios acordes de un Triste o una Vidalita.
Así entre Aires y Cielitos, nos fuimos por esas Huellas y anduvimos pialando los sonidos que traían los vientos Mazurcas, Polcas y Valsecitos y una tarde de primavera en el patio de nuestra casa encontramos las notas, que silbando le alcanzamos a la guitarra para que pariera un Gatito que bautizamos “el Michalico” y no paramos hasta el Triunfo “de los viejos tiempos”. La música siempre estuvo cerca, guitarra y acordeón ¡que orquesta compañero! animando reuniones con amigos, fogones y veladas allá en mi pueblo de General Guido.
Para mi estimado amigo Alejo D. Ripodas, le hago llegar estos pobres versos de la mano de su sobrino Victor Abel Gimenez, pidiéndole que haga extensivo mi cordial abrazo a todos sus familiares Enero de 1966
Para un tal Ripodas
Alguna vez allá lejos
por los pagos de "Arbolito",
supo andar un morochito
guitarreando en los fogones
gustando las atenciones
de la gente del pueblito.
Después, los vientos lo arriaron
a ponchazos por mil rumbos
y anduvo por esos mundos
siempre recordando el pago
en donde él había dejado
amigos en lo profundo.
Entre otros un tal, Alejo
Ripodas de apelativo
Victor Gimenez: yo vivo
siempre recordando a todos
y hoy les brindo de este modo
un saludo, a esos amigos.
Y les deso un año nuevo
lleno de felicidad
y en la puerta de ésa amistad
les digo de corazón
tengo en mi rancho un fogón
y los invito a llegar
***
Cuando Voy por la Huella
Yo no soy de estos pagos
yo soy sureño
me voy por una huella
por otra vuelvo.
Me voy por una huella
yo soy sureño
a mis pagos queridos
me ata el recuerdo.
de una morena linda
de ojitos negros
que quedó haciendo señas
con el pañuelo.
mientras yo con el poncho
dale que dale
me aleje arreando penas
que ella ni sabe
La ra ra ra ra raira
la ra ra raira
Me aleje arreando penas
que ella ni sabe
Yo no soy de estos pagos
Yo soy de Guido
vecino de Dolores
y otros partidos
Cuando voy por la Huella
me ata el recuerdo
de un pañuelito al aire
y dos ojos negros
De aquellos ojos negros
que allá en mi pueblo
se quedaron llorando
por mi regreso
Un pañuelito al aire
haciendo señas
y yo por la huella
arreando penas
La ra ra ra ra raira
la ra ra raira
yo voy por la huella
arreando penas
26/4/69

Los amigos, siempre seran amigos

Centro Recreativo Cultura, Nuestro Club.
Una vez, estando con mis hermanos, Mochi y Loro, en una reunión muy amena en un club aquí, en Banfield, uno de los socios, vecino nuestro, aficionado como nosotros a la guitarra nos había invitado con la intención de asociarnos, "Nuestro club", decía, es chico, pero tenemos muchas actividades, uno de los concurrentes, un gallego, con más de cincuenta años en el país, y sin haber perdido la musicalidad de su acento castizo, lo corrige diciéndole – “no importa lo grande que zea un club, ¡hombre!, importa lo que haga por osté”
Y entonces regrese a mi casa pensando que...
Cuando yo me fui de Guido, buscando el futuro, él se quedo ahí nomás, a quince pasos del zaguán de nuestra casa, en la esquina, justito, para quitarle protagonismo a la Plaza del Pueblo.
Yo tenia... no más de siete años cuando lo fundaron y tuvieron que pasar casi nueve para que él me aceptara como socio cadete.
Yo siempre estoy volviendo, él siempre está en la esquina, hospitalario de puertas abiertas, esperando...
¡Cuánto has hecho por nosotros “Cultura”!
Desde que me acuerdo estas ahí, fue en tu ochava donde me encontró mi padre aquella tarde comiendo unas tortas negras que había comprado con los diez centavos que me pagaron por llevar una carta a una moza de la que no revelé nombre entonces, ni lo haré ahora, ¿el pagador de los diez?, Si le digo que Forastero... ¿me cree?
Tus antiguos ventanales con sus pesadas cortinas, el telón del escenario, la mesa de la biblioteca donde una vez me alcanzo la noche leyendo...“El 2 de febrero de 1873 el Bergantín Pilgrin se encontraba entre los 43º y 57’ de latitud sur y los 165º y 20’ de longitud oeste del meridiano de Greenwich” todavía hoy a los setenta y siete años recuerdo ese texto, fue la primera vez que me encontré con Julio Verne, el titulo del libro “Un Capitán de 15 años”, después se sumaron otros tantos autores. El olor de los libros, las revistas y diarios apilados a izquierda y derecha, las piezas del ajedrez ordenadas sobre el tablero listas para la contienda, la suavidad del paño de la mesa de billar al contacto de mi mano, todo esta guardado en mi memoria. También tienen su lugar los bailes, las veladas teatrales, las romerías como aquellas de febrero de 1927 entonces había cumplido dieciséis y me estrenaba socio cadete, aún guardo entre mis cosas una medalla dorada que entregaba la Comisión Directiva donde puede leerse Romerías Populares Febrero 5, 6 y 7 de 1927 Centro Recreativo “Cultura” Gral. Guido FCS.
Centro Recreativo “Cultura”, ¡cuantas historias que guardan tus paredes!, ¿Te acordás? Cuándo la comuna enviaba esas notas amenazantes informándote, que “si continuaban las quejas de los vecinos por ruidos molestos, no habría más bailes”... y... ¿cuando los muchachos se separaron por la cancha de pelota? Trinquete ,SI, Trinquete ,NO, esa era la cuestión, por el SI, estaban entre otros el Dr. Stupenengo, Osvaldo Aphat, Bernardino Landi, Anibal Iriart, por el NO rotundo, “considerando que para esa fecha (año 1940) "el Deportivo" cumplía ampliamente con lo que establecía su estatuto, es decir la práctica de Deportes” estaban Gingo Madrid, Pedro Apezteguía y Carlos Bazzigalupi ¡que debate hermano! si hasta las kermeses de ese año se vieron afectadas por la disputa, el municipio alegó desconocer tu solicitud de permiso y te hizo saber que otra Institución había pedido con anterioridad el preciado salvoconducto para esas fiestas, aquellas Kermeses se hicieron en el Parque Infantil.
El proyecto de la cancha de pelota fracasó en primera instancia, entonces los patrocinantes llamaron a Asamblea General en las instalaciones del club Deportivo “presionaron” (dirían entonces los del no) y la Comisión Directiva en pleno renunció.
Se organizó una nueva asamblea todos fueron reelectos menos por supuesto Apezteguía, Bazzigalupi y Madrid que se oponían “tenazmente” a la cancha.
¡Cuantos recuerdos! . Todos compañeros al fin, seguimos compartiendo Bailes, Veladas y Kermeses, ¿qué otra cosa es un club? Si no el espacio donde todo es el conjunto. ¡Sí Señor¡ aquí al cobijo del Centro Recreativo Cultura, reímos, jugamos, discutimos, soñamos, nos enamoramos, aquí fuimos felices, aquí somos y seremos por siempre felices.
Es cierto amigos, no importa lo grande que sea "tu club", importa lo que haga de vos.

Vivir en el Campo

En aquellos años cuando viviamos en el campo, no había luz eléctrica, ni camionetas, solo huellas polvorientas y en las noches, El Piche


Podíamos dormir tranquilos, porque afuera estaba El Piche, nuestro nochero, en sus patas estaba depositada la seguridad de todos, en aquel verano de 1915.
Cuando llegada la noche se ataba un caballo, a una estaca cerquita del rancho, era el seguro que se tenia ante cualquier necesidad, con la monta de un boyero, saldría de un resuello rumbo al pueblo.
Piche, caballo hecho, picazo, atento al menor ruido, pasaba las horas esperando bajo ese cielo tapizado de estrellas, cuando la luna le pegaba de lleno en la cara, la estrella blanca de su frente brillaba como un lucero. Con las primeras luces del día mi padre se acercaba a liberarlo y algo le decía, nunca supe que, talvez le agradecía; como digo lo soltaba le acariciaba el lomo y dándole una palmada en el anca ¡vaya Piche! decía, y él salía campo afuera con un relincho cortito, al caer el sol volvería respondiendo al chiflido de papá a cubrir su puesto de vigilante. Una tarde de aquel verano con el permiso de papá mis hermanos mayores desafiaron a los primos a una carrera de sortijas, aceptado el convite pasaron gran parte de la tarde armando el escenario, cuando todo estuvo listo, ensillaron al Piche y salieron con rumbo a la posición de largada y con la recomendación de mamá que tuvieran cuidado, mientras le acercaba el mate a papá, que sentado bajo la sombra de la planta del paraíso sacaba unos tientos derechos y finitos con los que mas tarde comenzaría algún trabajo, mostrando su habilidad de soguero, desde ese lugar podía ver como los muchachos pasaban por debajo del arco que habían improvisado haciendo picar a los caballos mientras trataban de alcanzar la sortija con los palos, unas ramas de acacia, que durante toda la mañana habían estado limpiando a cuchillo, en el potrero no solo estaban los jinetes con sus pingos ,también estaba el público entre los que me encontraba yo.
El tiempo paso rápido, la noche se acercaba y había que dar por finalizada la fiesta y entonces papá llamo primero a Rogelio, no tuvo respuesta, espero, pero los muchachos seguían, llamó después a Horacio, pero parecían no escucharlo, fue entonces cuando papá chiflo, el silbo paso cortando el aire como una flecha justito antes de la caída del sol. La fiesta había terminado.
El Piche, al trotecito entró en el patio, respondiendo el llamado de papá. ¿y Rogelio? con la ayuda de Horacio y los primos muy atrás venía sacudiéndose los pastos que se le prendieron a las ropas cuando El Piche bellaqueo y lo desmonto, dando así por finalizada la corrida de Sortija.

Nochero
(Para vos Piche estas pocas monedas de mis pobres versos para pagarte la fidelidad con que cubriste tu puesto 23/02/72)

Cuando era un sacrificio vivir en la campaña
Cuando los caminos no eran más que huellas
Al caer la tarde te ataban a la estaca
Para rondar el rancho, bajo un toldo de estrellas.

Así pasabas las horas y las horas
Como la noche, quieto, esperando
Que alumbrara el lucero de la aurora
O que alguno se moviera dentro el rancho.

Vos estabas allí Nochero Viejo
Estampa de otros tiempos que se pierde
En el horizonte de una vida nueva
Tras el lógico avance del progreso.

Al grito estridente de algún Tero
O del otro vigilante “Don Chajá”
Esperabas la monta del boyero
Para entrar a galopar.

Piche era tu nombre y me parece
Verte a la estaca gambeteando.
O cuando te largaban campo afuera
Salir con el viento retozando.

El pasado solo se revive en los recuerdos
Allí tu estampa de Nochero, Zaino Viejo.
Está velando nuestro sueño cuando niños
Bajo un cielo estrellado de enero


La Yerra

La yerra de convite como se acostumbraba a llamar a aquella tarea, que comenzaba con las primeras luces del día, se encendía el fuego con leña de tala y eucaliptus y se quemaban los huesos de las osamentas que dispersas por el campo habían servido de alimento a Chimangos, caranchos y otros vicharracos. En ese fuego se calentaba la marca del dueño al rojo vivo y se aplicaba al animal en uno de los cuartas traseros. Previo a la marcación se entraba al rodeo de a caballo se aislaba al orejano, el animal echaba a correr en cualquier dirección entonces los pialadores tiraban sus lazos hacia las manos del animal al que daban por tierra sujetándolo contra el suelo llamaban al fogonero que corría con la marca al rojo vivo al grito de ¡apriete que va la marca! Entre el humo y el olor a pelo y cuero quemados el animal se paraba sobre sus cuatro patas y entre balidos salía corriendo hacia el rodeo. Muchos hombres conocí famosos en el manejo del Lazo. Mi padre fue uno de ellos casi con setenta años a pedido de la Doña Celia Echaniz de Cepeda, (madre de Abel) demostró su destreza arrojando la armada sobre su brazo derecho, pialó “por sobre el lomo el viejo Bernabé”. Antes mucho antes yo tendría unos doce años, en un “pial de puerta afuera” lo vi mostrar todo su coraje su habilidad. Y en otra oportunidad pudimos ver su concentración cuando al no poder voltear al animal pierde el equilibrio y con velocidad y precisión se saca del cinto el cuchillo y lo arroja lejos para no lastimarse en la caída.
Cuando murió, nuestro amigo y hermano Abel Cepeda, lo despidió con estas palabras... Con él se apaga uno de los auténticos fogones de la tradición... Ese fue mi padre.

El Lazo
( A la memoria de mi Padre y amigo Bernabé Madrid, de quien recibiera tantas enseñanzas)

Tengo un Lazo en mi rancho, que en brazadas
Ha de tener no más”trece de alcance
Yo aprendí a revolearlo en mi alborada
Pero no lo he tirado más después de grande.

Ese Laza tan ligado a mis recuerdos
Es herencia de mi padre que me toca
Lo trenzaron sus manos allá lejos
Y en sus manos fue un arma poderosa

Con el salió cuando era mozo
Por los campos de Dolores, Lavalle y El Vecino
Con el y puerta afuera a los “setenta”
Pialo por sobre el lomo en un pedido

Con el, lo vi voltear en todas formas
De revés, de volcao o de payanca
Trabajando en el rodeo y de a caballo
Lo colocaba justito entre las guanpas

Ahora esta quieto en mi rancho ese trenzao
Que zumbaba en el aire en tiempos idos
Lo acompañó y me acompaña entre recuerdos
De la misma manera que él lo hizo

Han quedado memorias en mis pagos
De quien fue Don Bernabé con sus consejos
Su Guitarra, sus cuentos y este lazo
Que llevaba en el anca de su overo

Tengo un lazo en mi rancho que en brazadas
Ha de tener nomás trece... y de fijo
De esta herencia de mi padre conservada
han de hablar quizás mañana los hijos de mis hijos.
***


Los Perros

No había casa de campo en la que no hubiera menos de cinco perros, que además de prestar servicio en la recolección de la majada y embretarla para el baño hacían de centinelas en todas las horas del día y muy especialmente cuando llegaba la noche.
A una legua escasa de Guido, mirando desde la población hacia el naciente estaba el campo que arrendaba mi padre, “La Cebolla” era el nombre del puesto, un inmenso aromo daba la bienvenida y los perros con sus ladridos acompañaban a la visita que acababa de llegar.
Chico, Cachiro, Zorro, Cuatro y Chaco, eran nuestros fieles compañeros en las correrías por los potreros, ¡Usca, usca! Arengábamos, ese grito era como un latigazo, salían los cinco a la carrera y nosotros por detrás listos para ayudarlos con la pala de punta a llegar más rápido al fondo de las cuevas de las comadrejas y otros bichos dañinos que al menor descuido atacaban el gallinero. Con ellos íbamos al pajonal y en los charcos mostraban sus habilidades cazando algún bicharraco.
Ese verano de 1916, lo recuerdo aún, un perro flaco, llegó a “La Cebolla” siguiendo la rastrillada que bajaba hacia el sur recostada al alambrado, probablemente desde San Juan del Vecino o desde San Emilio, vaya uno a saber, lo cierto es que llegó, sintió afecto por el lugar y se quedo allí. Lo llamamos Nortero, de pelaje bayo, habilidoso a la hora de procurarse alimentos, volaba como flecha sobre los pastos a la caza de alguna liebre o vizcacha, se tiraba muerto cerquita de los juncos en el bañado, para resucitar ante la presencia de alguna desprevenida gallareta, y con la presa en la boca pasaba al trotecito frente a nosotros que lo vivábamos y “mirando a lo lechuza” al público que en este caso éramos mis hermanos y yo, se perdía en el pajonal a saborear el producto de su caza.
Una tarde Nortero se presentó en el patio con un pichoncito de nutria en la boca y lo soltó a los pies de mamá, ella lo puso dentro de un tacho improvisando una lagunita, el perro de tanto en tanto se aceraba y metía la cabeza en el tacho, Horacio y Rogelio, mis hermanos mayores, abrían las apuestas ¡ No pasa de hoy! Hoy va a sacar el pichón, y se lo va a comer, pero nunca lo hizo, la nutria creció y andaba por el patio como un perro o un gato más.
Finalizado el verano regresamos a Guido. Los perros quedaban en el campo, donde se continuaba trabajando, solo el Cachiro, era compañero inseparable de Rogelio, volvía con nosotros.
Ese año sucedió algo extraordinario Nortero apareció en la casa del pueblo un sábado al caer la tarde, solo, recorrió el camino del campo al pueblo. Desde ese día todos los fines de semana llegó a nuestra casa en el pueblo cada sábado por la tardecita, entraba entonces por el zaguán, se paraba en la puerta de la cocina – ¡llegaste Nortero¡ le decía mamá a modo de saludo y él pasaba al patio, la cabeza baja, la lengua afuera se sentaba frente a papá un largo rato, solo después respondía a nuestro llamado se acercaba agazapado, se moría a nuestros pies para minutos después levantarse de un salto logrando así nuestro más cerrado y sostenido aplauso, agotado, cuando llegaba la noche se echaba a descansar bajo las plantas del fondo, y si llovía la rutina no variaba, solo que la realizaba bajo el techo de la Galería que también se convertía en su lugar de descanso sobre unas bolsas de arpillera que papá le acercaba al anochecer. Nortero caminador incansable. Quedaba con nosotros hasta el domingo por la noche, sin poder precisar la hora emprendía el regreso a “La Cebolla”, esto se repitió durante muchos meses... Pero un día de octubre, a decir verdad no fue igual a otros días, ese domingo todos lo vimos irse, ¿qué embuchado traes Nortero? Le pegunto papá que estaba barajando el mazo de naipes para empezar la partida de Mus, cuando el perro con la cabeza baja se asomó en la puerta de la cocina.
¡Lo juro! , se quedó mirando a mamá que regaba los malvones del patio, recordaría tiempo después Palde. Recorrió la galería se detuvo en las puertas de la piezas y salió por el zaguán, yo también lo vi.
En la esquina del Cultura, Isaso y Rogelio también lo vieron irse aquel domingo al trotecito rumbo “La Cebolla”, el Cachiro lo siguió unos metros y se volvió al tranquito a ocupar su lugar en la esquina, días más tarde los peones le contaron a papá que el Nortero no había regresado al puesto, pero tampoco volvió al pueblo a buscar las caricias que todos nosotros le prodigábamos. Nadie volvió a saber de aquel perro que a lo largo de casi un año fue nuestro perro.


¡Los cueros, Martín, los cueros.!

Caía ya la noche, la tropilla deambula molesta por los mosquitos que asolaban aquel verano, se podía oír espaciado el cencerro de la Yegua madrina al sacudir las orejas espantando esas molestas sabandijas, la luz mortecina del farol a kerosene dibujaba sombras en aquel patio espacioso donde todos esperábamos que en el fogón terminara de asarse el medio costillar de capón mientras escuchábamos a mi padre que ejecutaba una Milonga en la guitarra con incrustaciones de nácar que había recibido como regalo de manos de Don Jacobo Parravicini, todo esta intacto en mi memoria, hasta puedo ver a Martín en el grupo contando ante el silencio y la atención de los presentes que...

Allá en el rancho, en el que pasaba la mayor parte de su tiempo dedicado a la caza de la nutria en Hinojales, desde hacia varios días recibía la visita de un loro barranquero que lo llamaba por su nombre de pila “Martín”.
El animalito amanece sobre la cumbrera del rancho ¡créanlo ! y al caer la tarde rumbea pa` los pajonales cercanos a la Laguna gritando ¡Que descanse Martín!, para regresar con las primeras luces del nuevo día ¡Que tenga Buenos días Martín!, y cuando salgo a Nutriar desde la altura me dice ¡Cuídese Martín!, nosotros lo escuchábamos pero sin creer nada hasta que ... Un mañana mis hermanos mayores camino a la casa de un tío que vivía en la cercanías, al pasar por el rancho de Martín, vieron al lorito sobre el alero, entonces sin la menor intención de dañarlo le apuntaron con el Winchester, el lorito en ese mismo instante cambio de lugar y fue a pararse en el poste del alambrado justo enfrente de mis hermanos acompañando todos sus movimientos, ellos siguieron viaje sin darle la menor importancia al acercamiento que había hecho el lorito.
Por la noche de ese día Martín llego a nuestra Casa y contó que por la tarde había tenido visitas el lorito me ha contado ¡dos muchachos de a caballo con escopeta Martín!, ¡con escopeta! imitando al ave movía los brazos como si fuesen alas ¡lástima que no estaba en las casas! ¡Que Caracho¡
Mis hermanos no lo podían creer, apostaban con que Martín había estado viendo todo desde algún lugar cercano, oculto y les estaba jugando una broma y fue entonces cuando decidieron poner a prueba la habilidad del lorito
Pocos días habían pasado cuando se juntaron mis primos con mis hermanos y decidieron jugarle una broma más a Martín y ver que actitud tomaba el pájaro. Esperaron que Martín saliera a Nutriar y entraron al rancho escondieron los cueros que éste tenía listos para entregar al acopiador y salieron corriendo.
Por la noche Martín se llegó al puesto antes de echar pie en tierra hizo saber a quien quisiera oírlo que venia a pedir la devolución de los cueros o que los Muchachos le dijeran dónde los habían escondido.
Nadie decía palabra, haber muchachos ¿de que habla Martín? pregunto mi padre
Nadie atinaba a decir palabra.
¡ A ver Caracho Contesten ¡ Ni Palabra
Mira Bernabé si el loro no me lo hubiera dicho, yo no estaría acá. Cuando volví de la laguna el lorito me recibió gritando ¡ los cueros Martín, los cueros! apuntando para el puesto, ¡ los muchachos, la escopeta gritaba el lorito! ¡ que caracho!
Papá tenia en la mano derecha el poder de convencimiento, así que cuando entró en la cocina mis hermanos mayores ya estaban al amparo de mamá que apaciaguaba con un bueno Bernacho son cosas de chicos. Entonces el rebenque sonó seco en el aire y minutos después los muchachos confesaban donde habían ocultado los cueros con la complicidad de los otros parientes y pedían disculpas a Martín por la broma.
Desde aquel día todos empezamos escuchar a Martín con más atención cuando relataba las conversaciones que mantenía con el ave. Ahora no podíamos no creerle. El Ave hablaba con Martín no había dudas.
Mucho tiempo después, ya no estábamos en el campo, supimos que el lorito se despidió de Martín una tardecita recomendándole que se cuidara sin aclararle de quién y partió para no volver.
Martín también partió un día para los pagos de donde no se vuelve, ese día recuerdan una bandada de loros cruzo el pueblo y uno se quedo parado en la cruz del cementerio un largo rato.

De otros tiempos
(Estos versos los escribo cuando se cumple un año de la muerte de mi hermano mayor Horacio Urbano, a su memoria y a la de mis Padres)

Era yo muchacho chico
Cuando mi padre entregara
El campo donde aprendimos
A querer tanto a la patria
Y siendo mi padre fuerte
Como la espina del tala
Lo vi aflojar esa vuelta
Y llorar sobre su almohada
Más tarde se fue durmiendo
¡sabe Dios con que soñaba!

Nada pudimos hacer, ni
Los chicos, ni los grandes
El Dueño taso un arriendo
Que no se podía pagarle
Así que vacas y ovejas
Se malvendieron más tarde
Junto con los yeguarizos
Manga, galpón y corrales
La casilla trajo al pueblo
No quiso venderla a nadie.

El puesto se le llamaba
a aquella casa de campo
largo rancho de chorizo
techo de paja algo blanco
haciendo de contramarco
había una cocina e`chapa
y al otro lado del rancho
la casilla cierra el patio
mientras al frente un galpón
vigila al norte mirando

Del galpón a pocos metros
Había enclavado un palenque
P´sosegar los ariscos
Y que ate el manso el que llegue
Del otro lado del rancho
Entre el corral y las casas
Había una cancha de bochas
Donde en las tardes jugaban
Los peones por cigarrillos
Por vino o por pasteliadas

El corral de las ovejas
Alomadito en el centro
Guardaba el lanar de noche
Guareciéndolo del tiempo
De ese corral a un costado
Un cerco de mostacillas
Del sol ponía reparo
Y en sus ramas las gallinas
Se tomaban un descanso
Al morir la luz del día

¡Noches de verano idas!
Que en ese puesto vivimos
Felices, teníamos todo
Alegres, éramos niños
Mientras se hacia el asado
En aquel patio bendito
A una guitarra mi Padre
Sacaba dulces sonidos
Y era música en la noche
Hasta el canto de los grillos

Volví una vez a esa casa
Después de años, ya mozo
Y a la tranquera de alambre
Que custodiaba el aromo
Vino a atenderme un señor
Que entonces mandaba todo
Yo me sentí tan dolido
Tan derrotado, tan flojo
Que le di espaldas al puesto
Y no le volví los ojos.

Si alguna vez yo volviera
A vivir en esos campos
Arreglaría como antes
Todo lo que había plantado
Manga, molino, corrales
Galpón, palenque, casilla
Replantaría mostasillas
Sauces, acacias y fresnos
a los perros llamaría Chaco
Corbata y Nortero

Si alguna vez regresara
Dueño de nuevo a esos campos
Arreglaría como antes
Todo lo que había plantado
Santa Isabel le pondría de
Nuevo nombre a esos campos
Un busto en roble de mi padre
Le haría marco a mi patio
Y al aromo y la tranquera
...!Cómo no llamarle Horacio!


Invitados por nuestro AMIGO, así con mayúscula, Abel Cepeda, hemos regresado al Puesto contrariando la firme promesa de no volver.
Recoji esa vez, un puñadito de tierra y unas semillas de paraíso, ¡vamos a ver si logro hacer una plantita! dije entonces y la plantita se hizo árbol y a su sombra escribo hoy mis recuerdos de aquel segundo regreso.

El Puesto
Recuerdos de una Tapera

La tierra que en este frasco
A vos no te dice nada
Para mi es como sagrada
Por eso la quiero tanto
Yo la traje desde el campo
Mas bien dicho una tapera
Lugar que ayer fuera
El sitio donde correteábamos
Cuando chicos siete hermanos
Bajo paternal tutela

Adonde ya nada queda
Hemos vuelto con los años
Alguno de los hermanos
Como buscando en la huella
Y si de noche una estrella
Puede marcar el camino
Nosotros por el Molino
Tomamos rumbo certero
Claro que sí... allí Romero
Y más allá Celestino...

Quiere decir que pasamos
Recién por lo de Sarrode?
¡Sí Señor! dice Cepeda
esos montes te confunden
entonces al trote largo
echamos de ver la cuenta
y al comprobar que cincuenta
son los años que se han ido
vuelvo la mirada a Guido
que hacia el poniente se acuesta.

Recuerdos... la vida pasada
De mis padres y un hermano
Ya en el eterno descanso
De sus últimas moradas
Y antes de regresar
Al coche que nos espera
Bendigo aquella tapera
por todo lo que ella encierra
y me voy, con este puñado de tierra
que a vos no te dice nada
Leonardo Madrid (Negro) 1975

Los Cuentos que nos contaban.

las tías viejas, los que contaba mamá, por las noches, mientras todos rodeábamos la mesa de la cocina en nuestra casa, allá en Guido, la leña crepitando en el fogón, ese olor a sopa, a guiso, a pan, aún hoy si apoyo la cabeza en mis brazos que hacen de almohada sobre la mesa, me parece escuchar la voz de mi madre decir... Imaginen ustedes una noche clara de luna llena, en el aire olor a buenas noches, a heliotropos y azucenas, de pronto, un sonido seco, después silencio y aquel grito, desgarrando la noche, corriendo por las calles, golpeando las puertas...
Con la ayuda invalorable de mis hermanos, Mochi, Loro y María, voy a escribir estos relatos, sepan disculpar no soy escritor, apenas tengo 4º grado de la escuela primaria. 

 La del rebozo negro Para llegar a “La Loma” (nombre con que se conocía aquel puesto en los campos de Don Jacobo Parravicini) se lo hacía bordeando la laguna de Hinojales. En aquel puesto, se decía, había vivido una familia de inmigrantes italianos que tenían varias hijas, casaderas, muy lindas todas ellas, los días de descanso se hacían allí reuniones con bailes de acordeón y guitarra atrayendo a los mozos de los alrededores. Bien entrada la tarde de un domingo, dos muchachos del lugar se acercaban vadeando la Hinojales para visitar a las muchachas cuando advirtieron que por la barranca y caminado en la misma dirección iba una mujer, con toda seguridad supusieron integrante de aquella familia, no alcanzaban a precisar cual de todas ellas podía ser, llevaba la cabeza cubierta por un rebozo negro, la visión se fue diluyendo mientras la brisa suave de aquel atardecer jugaba con sus faldas. Al Llegar a las casas entre el ladrido de los perros y el consabido ¡Ave María Purísima! Dicho a modo de saludo, los mozos preguntan – y ¿cual de ustedes andaba por la barranca ricen no más? - ¿De nosotras? Pa´ decir verdad, ninguna. Hemos pasado la tarde aquí, en las casas, en nuestros quehaceres. Se hizo un profundo silencio, las mujeres se santiguaron, al tiempo que comenzaban a sonar las guitarras y el acordeón, se encendieron los candiles, una mazurca dió comienzo al baile y ya nadie volvió a mencionar lo sucedido. Años más tarde nuestra familia ocupó el puesto “ La Loma” y una tarde cuando nosotras jugábamos al cuidado de mama, en la barranca de Hinojales encontramos una bocha y nos pusimos a hacerla rodar de un lado a otro entre risas y corridas hasta que la bocha fue a dar a los pies mama–¡ Muchachas! Con esto no se juega, esto no es una bocha dijo persignándose, es cabeza de cristiano hijas.
Se acabaron entonces las risas y un vientito helado parecido al invierno cruzó aquella tarde de septiembre. Con sumo respeto y total silencio la colocamos cerca de unos duraznillos marcando el lugar para volver al día siguiente a darle sepultura. Pero cuando regresamos ya no estaba allí, volvimos a hacer el recorrido durante varios días pero nada, no la pudimos encontrar. Misterio.
Días después una tardecita de domingo cuandoTata regresaba a las casas por el bajo de la laguna vio en la barranca una mujer cubierta por un rebozo negro como buscando algo entre los pastos, pensó que alguna de nosotras desobedeciendo sus órdenes andaba en la barranca, por que nosotras no éramos de desobedecer.
Los ladridos de los perros anunciaron que alguien llegaba, era tatita, se apeo y en el patio nomás pegó el grito ¡Ciriaca! ¿donde están las muchachas?, Aquí Juan, respondió mama, todas estábamos en algún quehacer, Luisa, acababa de encender las lámparas, se acallaron todas las voces, paso un ángel dijo, picara, la Lucia, mama la miro feo, el silencio era tan grande que se escuchaban latir los corazones tata nos miro a cada una, volvió a la puerta miro pa afuera la noche ya cubría todo, cuando se le acerco mama, sus figuras se dibujaron en la pared como gigantes sombras chinescas, y algo hablaron, entonces mama se santiguó, ¡muchachas! dijo vamos a rezar por las almas errantes. para que nuestro Señor les dé el eterno descanso y brille para ellos por siempre la luz perpetua Amén dijimos todas a coro. No se volvió a hablar de aquello.
¿Habrá sido aquella mujer del rebozo negro, la misma que vieron los muchachos aquella tarde de domingo?, ¿ buscaba acaso lo que habíamos encontrado en la Barranca.? es un misterio y los misterios son eso Misterios. 

El Elías y el Sargento Contaban unos reseros que una mañana de enero cuando regresaban de La Unión al pasar por la Laguna de El Carnero se encontraron a un chico con un perro negro, el chico tiraba un palo y el perro corría a buscarlo y se lo traía a la mano cuando el perro los vio acercarse gruño feo los ojos eran rojos parecían dos brasas, y tenía espuma en la boca, el chico tenía puesta una camisa blanca larga como esas para dormir llamó al can con un grito seguro, ¡Sargento!, y pronto el perro estuvo a su lado, ¿ de donde vienen? Pregunto el muchacho, de la Unión contesto Urbano y vos ¿qué haces solito? Pregunto Victorio, - vivo acá pasando la barranca dijo y Ustedes tienen que apurar la marcha por que los va a agarrar la tormenta, sigan viaje no se detengan antes de la Posta Vieja, el día era diáfano ni sospecha de tormenta y¿ vos como sabes? Pregunto Urbano, por que yo vengo de ahí y llamando a su perro volvieron a su juego. Mientras se alejaban Urbano y Victorio se volvieron a mirar y allí seguían perro y chico jugando. ¡Que cosa con el mocoso! Dijeron a dúo y siguieron la marcha caía la tarde, el aire fresco anunciaba la noche, era tiempo de un descanso allí a unos pocos pasos está el montecito, ¡qué cosa con el mocoso! Volvió a decir en voz alta Victorio que recordó al chico con el perro ¿qué dijiste che? Dijo Urbano nada hermano me acorde del chico, la pucha yo también y¿ si seguimos nomás? por si las cosas y siguieron... Ya habían pasado el montecito cuando las cintas de plata recorrían el cielo y castigaban el horizonte se miraron La tormenta estaba ahí un estruendo los estremeció un rayo partió la tierra atrás de ellos nomás, les pareció entonces oír el ladrido de un perro y la vos de un chico llamando ¡vamos Sargento! el agua cargaba el ala de los sombreros y resbalaba en los ponchos encerados que siempre los acompañaban. Llegaron a la tapera de la Posta Vieja. La tormenta como vino se fue, tiraron las matras para descansar reanudarían la marcha al amanecer. En lo oscuro de la noche Urbano creyó ver los ojos del perro, rojos como brasas que lo miraban desde un rincón de aquella tapera, no dijo nada cerro los de él y así se gano el sueño. Al amanecer continuaron su marcha, en silencio, silencio que rompían de tanto en tanto con un ¡qué caracho con el muchacho! ¿Sabes hermano? Confiesa Victorio quede tan impresionao con el chico que lo soñé dormido en un rincón de la tapera. Urbano no dijo nada lo miro, él había visto al perro, y no soñaba, estaba seguro pero no dijo nada. Noches más tarde en rueda de fogón en Pichimán Urbano y Victorio contaban lo sucedido cuando casi oculto por la falta de luz un viejo resero comienza a decir: El Elías y el Sargento eran uno, una tardecita de enero de hace vaya uno a saber cuanto, se descolgó una tormenta tan grande que no les dio tiempo a regresar a las casas, fue entonces cuando un rayo partió el árbol donde se habían guarecido el Elías con el Sargento ¡Que tormenta! vino de golpe como la de anti ayer y no les dio tiempo a disparar pobrecitos, el perro créamelo lo cubrió al Elías cuando el rayo rompió el árbol y así los encontraron días después abrazaditos los dos... al Elías le dieron sepultura en campo santo, el Sargento quedo allí, osamenta, donde los alcanzo el rayo cerca de la tapera de la posta vieja, dicen que una mañana cuando la madre del Elías fue al cementerio encontró toda la tierra movida, dicen que enloqueció pobrecita, dicen que el Sargento lo fue a buscar y dicen que desde entonces andan juntos por el bajo de la Laguna El Carnero y por las noches, juntitos también, dicen que duermen en la tapera de la Posta Vieja. Urbano y Victorio lo sabían. Créanmelo dijo el viejo resero, el Elías y el Sargento eran uno. 


Ellos están, siempre están En los inviernos oscurece temprano, decía mamá, yo estaba aquel día sola en el Puesto con Horacio, que era chiquito, la noche llegaba rápido, yo miraba, parada sobre un banquito, el camino, pero su papá no llegaba, de pronto en el horizonte se recorta una figura, alguien camina en dirección a la casa pero ¿quién?, espero, enciendó la lámpara y vuelvo a mirar, aquella figura avanza, esta más cerca, y yo sola con Hacho chiquito, ladran los perros ya no alcanzo a ver, me encierro en la pieza hecho las trancas, la noche esta afuera, todo es oscuridad, escucho los ladridos muy cerca, alguien golpea la puerta. - busco agua doña, no me tenga miedo, dice una voz, los perros siguen ladrando y Bernacho que no llega, yo solita con Hacho chiquito, escucho el rechinar de la rondana del pozo, los perros no dejan de ladrar, la voz camina, arrastra algo pesado ¿qué? Tengo miedo y estoy sola, vuelvo a revisar las trancas de la puerta y de la ventana todo esta en su lugar pero Bernacho no llega, la voz prendió fuego cerquita del aromo, sí, por la hendija de la ventana veo las chispitas tengo miedo, mucho miedo, me persigno y lo llamo, digo muy bajito su nombre Gabriel, ángel de la guarda, dulce compañía, no nos desampares ni de noche ni de día.
Silencio, se escucha el silencio, los perros ya no ladran, ¡la voz se ha ido! en el silencio de la noche alcanzo a oír el galope de un caballo, Bernacho al fin ha llegado. los perros salen a buscarlo Le cuento lo que ha pasado recién nomás. -Quédate tranquila Mujer que nada hay afuera. - pero yo lo escuche Bernabé, la voz me hablo, saco agua del pozo, arrastro algo, hizo fuego. -Quédate tranquila Isabel que afuera no hay nada. A la mañana con las primeras luces del día salí, recorrí el patio, no encontré rescoldo donde estaba segura había hecho fuego aquella voz. Pero encontré por todo el patio muchas plumitas blancas, blancas como la nieve, las junte y las guarde en esa cajita que esta sobre la mesita de noche, si la abren, podrán ver que lo que digo es la verdad. Cuando el miedo los alcance llamen a su Ángel de la Guarda, Siempre hay un Ángel de Dios bajo cuya custodia nos pone el Señor. Ellos siempre están. ¡Ah! y aunque ustedes tampoco lo crean decía mamá como final, "la voz" saco agua del pozo, arrastro algo pesado y prendió fuego cerquita del aromo yo vi las chispitas. Buenas Noches, descansen tranquilos hijitos que los ángeles nos cuidan y acompañan. Y entonces apagaba la lámpara. 

Chiquillo y la víbora de la cruz
Chiquillo y la víbora de la cruzEn los montes del Tordillo vive chiquillo, nadie sabe su edad, todos lo conocen, o por lo menos lo han visto una vez. Chiquito, alegre, de pelo ensortijado y oscuro como la noche, lleva siempre una onda colgada del cuello. Silba como los zorzales, imita a las calandrias, chista como las lechuzas y hasta se hace perdiz perdiéndose en el campo.Todos los habitantes del monte le tenían miedo, no se le conocían amigos y eso era así por que entre él y los otros estaba la honda, muda herramienta hacedora de muerte, la honda lo había apartado de todos. Muchas veces en la soledad del rancho chiquillo se preguntaba ¿por qué había tanto silencio siempre a su alrededor?, los silbos se escuchaban lejos y cuando él se acercaba parecían estar más y más lejos, cómo era posible si el mismo recogía a diario huevos de gallinetas o de patos, ¿dónde estaban las aves del monte?Una tarde de otoño, una gallareta que hacia nido en una lagunita cercana vio a unos perros olfateando el rastro de Chiquillo hasta el rancho y también los vio un peludo que volvía apuradísimo a su cueva. Agazapados entre los yuyos parecían esperar a que chiquillo saliera. Adentro la noche se iba adueñando de las cosas, Chiquillo, se acerco al rescoldo, partió unas ramitas de duraznillo y con un cartón dando aire avivó el fueguito. Una voz salió entonces del rincón derecho, donde se apilaban las ramas que cada día Chiquillo recogía en el campo y le servían para hacer fuego, una voz bajita, arrastrando las letras dijo sin dejarse ver- Afuera te esperan, dos cimarrones.- Y vos ¿quién sos ?pregunta chiquillo.Ella se desliza en silencio y cuando esta cerca, mirando el fuego que crece dice- No estoy acá para hacerte daño, sino para advertirte.-¡Va de retro! dice chiquillo cuando la ve, pegando un salto para atrás, perdiendo así la honda y el rebenque que quedan sobre el catre, entre el catre y él esta ella dueña y señora del rancho, ella, una víbora de la cruz.La vicha le habla pausado.- Te conozco desde hace tiempo chiquillo, desde siempre he estado ahí, entre la leña, por las noches cuando el candil se apaga, velando tu sueño duermo al calor del rescoldo, y cuando las primeras luces del día entran por la hendija de la puerta, vuelvo a mi oscuro rincón para que no me veas.- Yo, te conozco como nadie, conozco tu soledad, tus sueños, tus desvelos y hoy en este mismo instante acabo de conocer tu miedo.Hablaron toda la noche, ella al lado del catre, donde habían quedado la honda y el rebenque, él cerca de la puerta no podía salir estaba desarmado y los perros al acecho, la vicha lo había desarmado con mucha astucia y él sin la honda no podía salir, no era nadie.Amaneció en el monte, todos sus habitantes se despertaron con las primeras caricias que les hacia ese solcito tibio de otoño, chiquillo envuelto en su poncho deshilachado por los años salió al patio. Ni bien asomó la cabeza vio a los perros esperándolo al lado del brocal ¡y él desarmado, caracho!Una bandada de loros cruzo el cielo. Uno abandonando la formación se vuelve y parado en el horcon del rancho pregunta- ¿Qué te esta pasando Chiquillo que no nos tiraste con la honda?-¡Cállate Loro! Grita chiquillo. Estoy resolviendo un problema-¿Y cual es ese problema que te ha desarmado hermano?-Si entro al rancho dice Chiquillo, una víbora de la cruz me espera, y no puedo salir al campo desarmado por que estos dos cimarrones me cortan la salida.El Loro voló hasta un tala cercano donde lo esperaba la bandada y juntos volvieron a posarse en la cumbrera del rancho.-Tenemos la solución Chiquillo… Volá como nosotros-¡Imposible! dijo chiquillo no tengo alas.-Eso no es problema grito un chajá nosotros te ayudamos y ¡ya está!.- Bolacero... dijo el hornero-no perdamos la calma dijo la Calandria.- conversemos dijo un jilgueroy todos para entonces estaban en el patio del rancho. Los perros echados al sol parecían dormidos, la vicha se había deslizado hasta la puerta del rancho y observaba, el monte se había llenado de sonidos, todos opinaban y querían ayudar a Chiquillo hasta que llegó un tero y como era su costumbre alertó primero- ¿Cómo esta Doña Cruz?-Aquí me ve teru-teru disfrutando esta reunión.-Pero también están el Pancho y el Tancredo los perros de Hilarión el nutriero y a que se debe este convite.Entonces arrastrando las palabras la víbora de la cruz dice- decidimos mostrarle a Chiquillo que aquí en el monte todos necesitamos de todos, que los buenos vecinos pueden convivir aún siendo diferentesChiquillo aprovecha y entra corriendo al rancho agarra la honda y sale decidido, todos se han ido temblando de miedo, sólo ella, la víbora de la cruz se arrastra despacio, rumbo al monte, Chiquillo la apunta con la honda, ella vuelve la cabeza, lo mira fijo a los ojos y pregunta- ¿por que vas a matarme?- por las dudas, dice Chiquillo- por miedo dice ella, y zigzagueando sigue su rumbo.Chiquillo la ve irse, la honda tensada en su mano no dispara la piedra. Chiquillo volvió al rancho y estaba tomando mate cuando escucho todos los sonidos del monte, allí en su patio los patos pasaron silbando hacia la laguna, la calandria cantaba más que nunca aquella mañana y el lorito barranquero en la rama del tala le contaba a la bandada historias de vientos y montañas.El monte estaba tranquilo por que Chiquillo ya no tensaría su onda.En la costa de la laguna Don Hilarión miraba de reojo al Pancho y al Tancredo que bostezaban su cansancio de nada y se preguntaba ¿qué habrán andado haciendo estos dos anoche que no durmieron en las casas?En los montes del Tordillo vive Chiquillo, chiquito, alegre, de pelo ensortijado y oscuro como la noche, lleva siempre una honda colgada del cuello. Silbando como los zorzales, imitando a las calandrias, chistando como las lechuzas, anda por el monte desde la salida del sol hasta el crepúsculo. Cuando regresa al rancho, aviva el fuego, agarra la guitarra y canta, mientras ella lo vigila silenciosa desde el oscuro rincón donde se apila la leña, Chiquillo lo sabe, como sabe también que cuando apague el candil, ella buscará el calorcito del rescoldo.


La Prosapia de Julián Paredes ...Medianera de por medio estaba la casa de abuela Damiana Cabello, la mamá de mi mamá, con ella vivían dos hijas solteras Rosalía y Casiana - así la llamaba toda la familia- su nombre Damiana, el mismo de abuelita, quizás por esa razón, a la tía, todos la llamábamos Casiana. Era una narradora formidable, muy buena, tan buena como buena costurera. Cuando se fueron de Guido con su único hijo Adrián, vinieron a vivir a Lomas de Zamora y con Rosalía se dedicaron a la confección y arreglos de camisas, pero esa es otra historia que más adelante voy a contar, la que ahora me ocupa tiene que ver con la Historia familiar del Julián Paredes un gato barcino que vivía en la casa junto a otros tantos de su estirpe. Mamá siempre decía que “la flaca” (así la llamaba ella), hablaba con los animales desde chiquita y siempre estaba inventando “historias”. A nosotros, nos fascinaban sus cuentos, este en particular. La Prosapia de Julián Paredes Julián Paredes venga que hay visitas, llamaba parada en el dintel de la puerta de la cocina, -ya viene ustedes pónganse cómodos pedía, mientras "el michalico", con andar lento desperezándose de una de sus tantas siestas pasaba la puerta maullando, se subía en una banqueta bajita, donde había un almohadón de crochet de varios colores. Ella lo presentaba con ustedes Julián Paredes. No sea descortés. ¡caramba!, salude a las visitas, amonestaba. El gato bajaba la cabeza en reverencial saludo, motivo suficiente para que tía sentenciara: distintivo inequívoco de su real origen y gran prosapia, ustedes lo están viendo muchachos y darán fe. Entonces comenzaba a desparramar nombres. Es tiempo de aclarar que muchas veces la oímos contar la Saga de los Paredes, y los nombres que estamos recordando nunca cambiaron. Con la ayuda de mis hermanos hemos rearmado una de aquellas historia para contárselas hoy. Escuchen... El abuelo paterno del michalico Julian fue Don Eufrasio Paredes casado durante la Guerra del Paraguay con Ypacarai Ñandubay hija ella de un Cacique Guaraní, de ese matrimonio nacieron muchos hijos entre ellos Nazario Paredes Ñandubay, Padre del Julián. El abuelo materno fue Ramón Cisneros, la abuela Úrsula Mendoza, de esa distinguida familia, como no podía ser de otra manera, nació la distinguidísima Manuelita Cisneros madre del aquí presente decía señalando al gato que la miraba soltando unos maullidos cortitos. ¿Seguimos entonces Julián con el relato de sus siete largas vidas?, preguntaba y michalico volvía a maullar ¡Ah¡ usted quiere que cuente como nos conocimos usted y yo. Bueno. Entonces comencemos a deshojar su árbol. Julián Paredes Cisneros nació en los galpones de la Estación del ferrocarril, apenas tenia unos seis meses, su espíritu aventurero lo llevo a explorar los alrededores, corriendo una mariposa trepo el terraplén, siguiendo de cerca un sapo llegó hasta la laguna, y esquivando el vuelo raspante de los teru teru se le hizo de noche y se encontró solito en medio de la Plaza, yo venia con mamá y mis hermanas de la Iglesia cuando lo vi al pie de la palmera grande, él, también me vio y cuando llegamos a casa dos pasos atrás Julián nos venia siguiendo. Lo invite a pasar, no se hizo de rogar, traspuso el zaguán, derecho se vino a la cocina y aquí estamos, levantaba la vista del bordado que tenia entre manos, nos miraba con una sonrisa picarona y preguntaba es así ¿verdad Julián? Y el michalico maullaba ¡creanlo! varias veces maullaba, bajaba de la banqueta, paseaba por debajo del banco largo, arqueando el lomo, buscando nuestras manos para que lo acariciáramos. ¡No, no! decía Casiana riendo a carcajadas, ¡patrañas!, Julián, ¡envidia! o vaya a una a saber que. Esta molesto por ciertos comentarios mal intencionados, contaba tía volviendo al bastidor... y continuaba, a Julián siempre se lo relaciono con lo más rancio de esta sociedad, eso sirvió para que, no hace mucho, le adjudicaran un romance con una de las chicas de Wilson, pero sólo son habladurías del chusmaje, todos en ésta casa, ustedes también lo saben, él está comprometido con Clarita Alegría, hija del viejo Bienvenido y de Marucha Girado. Dicen por allí que la Clarita ya empezó a tejer batitas… ¿le dice algo eso?, preguntaba, mientras el gato otra vez en su almohadon sé hacia ovillo entregándose al sueño... ¡Que resulto bandido Julián Paredes! ¿A las Chicas de Wilson no les habrá prometido casorio, verdad?. ¡Hágase el dormido, nomás! Bueno sobrinos decía guardando su bordado en un cofre de madera y en voz muy bajita como para no interrumpirle el sueño, al gato, la seguimos en otro momento, él trabaja de noche y hoy interrumpimos su siesta.¿Dónde trabaja tía? preguntamos a coro. En el control y exterminación de toda alimaña dañina. Por su gran valentía muchas veces lo han venido a buscar de distintos lugares, hace poco estuvo en La Quinua, había allí una comadreja que los tenía a maltraer. ¿Y tiene hermanos? ¡Oh, Muchísimos! … son siete, si lo contamos a él ocho. El seminarista Patricio Paredes, nació para cura, vistió sotana desde que abrió los ojitos, zapatos negros y un fino cuello blanco son sus señas particulares durante mucho tiempo estuvo en la iglesia hasta el triste día que se cayó la torre del campanario, desde entonces nadie lo ha vuelto a ver, las malas lenguas, que por aquí hay muchas, más de las que se ven y muy malas por cierto, dicen que el Patricio aprovechó y abandonó el sacerdocio ese día, que lo vieron salir por los fondos hacia la laguna. Allí, en el pajonal vive la Flora Mosquera con las cuatro hijas del Pelado Argüelles, bueno dicen que con la menor anda noviando el Patricio, que esta escondido allí, que en noches de luna se lo escucha llorar y pedir perdón por sus pecados. ¡Mentiras! ¡Infamias! de las lenguas viperinas. Miren ustedes como son las cosas en pueblo chico… Julián es mayor que el Patricio y anduvo entreverado con la Flora, la misma, si hasta, una noche de luna llena lo desafió el Cirilo Sandoval, más que amigo, su hermano de leche, en el techo de la estación por los amores de ella, de la Flora. Fue terrible, el Julián que nos es de arriar con poncho, imagínense, se fueron a las barbas. Una de las primeras peleas de Julián, volvió maltrecho aquella noche, pero el Cirilo no se la llevo e arriba y todo por nada, una semana después la Flora andaba entreverada con Argüelles. Así las cosas. Juan Cruz Paredes el otro hermano de Julián se fue a Dolores está muy bien ubicado en el Juzgado, si ustedes lo ven lo reconocen enseguida traje negro guantes, polainas blancas, un señorito, no hace mucho estuvo por aquí visitando parientes y presentó a su prometida Ivonne de Avigñon, sí, de familia francesa muy linda, ojos celeste y vestida de blanco, una princesa. Como pueden ver Julián Paredes tiene prosapia. Las cinco Hermanas todas bien casadas Aurorita con Uladislao Hernández, Clemencia con Marquitos Lujan, Rosaura con Parmenio Sierra, Carmen con Emeterio Guevara y finalmente Blancaluz con Idarcielo Galván.¡Hay linaje, hay prosapia! ¿Quién lo puede dudar?.¡Ah! ¿Lo del Patricio? habladurías... ¡envidia! ... que en este pueblo de eso hay y mucho. El bueno del Patricio, viajó a Buenos Aires, justo el día que cayó la torre de nuestra Iglesia, allí está ahora, en la Catedral, a los pies de Monseñor; él nació con la sotana puesta, tiene usted razón Julian, decía mirando al "michalico" que maullaba arqueando el lomo sobre el almohadon de crochet. ¡Acéptenmelo sobrinos, Julian tiene prosapia!