de Leonardo Bernabé Madrid, mi padre, "cosechador de amistades que perduran". Para la familia, para los amigos, para quienes lo conocieron, para los que llegaron tarde, para el pueblo de General Guido

7/12/06

¡Si Dios está en todas partes!

¿para que tengo que ir a la Iglesia Mamá?, preguntaba desde la puerta de la cocina.
-Al Señor le gusta recibir visitas en su casa, No deje de ir hijito, pedía ella, entonces, salía arrastrando las alpargatas por el zaguán, ganaba la calle polvorienta, cruzaba el ancho boulevard y entraba; el chirrido de la puerta se agigantaba en el recinto, los santos tapados con terciopelos negros en Semana Santa, el altar ,frío, de mármol blanco, el hermoso tabernáculo, el olor a nardo y azucena, las primeras que mi madre cultivaba en casa eran para la Santísima Virgen, que en la advocacion de Nuestra Señora de la Merced protege nuestro pueblo.
La vida me ha llevado por distintos caminos, cuando llegaba a algún pueblo cruzaba el umbral de la Iglesia y hacía una visita y aún hoy lo sigo haciendo.
Fui monaguillo, Sí, aunque cueste creerlo, pase la limosnera y participe de alguna travesura, cosas de chiquilines, en el sagrado ámbito de la casa de Dios, probé el vino, descubrí como se hacían las hositas y comí alguna, antes de consagrarlas, por cierto, pero no lo dije en confesión ¿pecado? y ¡quien está libre!
Estoy en Guido, pasamos con mis hermanos a llevar unas flores a la Virgen, y al cruzar el umbral, la sorpresa ha sido tal, que quedamos mirando en un larguísimo rato en silencio, ese vacío inexplicable, que el Cura Herrera quiere llenar con palabras, y habla, de Concilio, de reformas, de teología.
Con nuestros recuerdos, salimos, juntamos los retazos de memoria que cada uno tenía de la Iglesia donde nos catequizaron y el resultado fue, ¡Mamá!, pequeña, menuda, con su ofrenda, su escapulario, su rosario cruzando la plaza rumbo a la Iglesia, nuestra madre, tan devota, tan observante de preceptos, entrando por esa puerta que se había abierto tantas veces para ella desde aquel frío junio de 1901 cuando cruzo el umbral Isabel Algañaraz y salió del brazo de su eterno compañero Bernabé Madrid, y a medida que los años pasaron lo cruzaron juntos, tantas veces, con un hijo más en los brazos para que fuera bautizado, y después fueron las primeras comuniones y los casamientos y hasta el bautizo del primer nieto.
Del bautismo al Responso, la vida del Pueblo traspuso ese umbral cada día, para contemplar en silencio al Santísimo en el tabernáculo, para ser ungidos con el óleo verde amarillento perfumado del el Santo Crisma.
Y fue el Pueblo, todo, de General Guido el que puso manos a la obra para levantar la torre del campanario cuando se “vino al suelo haciéndose añicos”
¿Mamá comprendería? ¿Aceptaría estos cambios en la casa del Señor?
La Iglesia de General Guido, ha sido despojada de los antiguos oropeles. Hoy la Cruz, El Santísimo, la imagen de Nuestra Señora de la Merced, los bancos, el confesionario resisten el ventarrón de cambios que cruzo el umbral y el eco del vacío habla de nuevos tiempos. ¿Era necesario, modificar el escenario?, Creo que no, la hermosa Iglesia de Nuestra Señora de la Merced nos pertenecía a todos, Padre Octavio Herrera, su explicación no alcanza, a mí, no me conforma.
Vuelvo a aquellos años cuando preguntaba:
- ¡Si Dios esta en todas partes!, ¿para que tengo que ir a la Iglesia Mamá?
- Al Señor le agrada recibir visitas en su casa, No deje de ir hijito.
y entonces regreso sobre mis pasos, los recuerdos me empujan, me llevan, me detengo en el atrio, cruzo el umbral, empujo la puerta, entro en silencio y pido una de las tantas cosas que mamá nos enseñó.
...trescientos días de indulgencia para Octavio Herrera, si arrepentido de sus pecados y con propósito firme de enmienda hace examen de conciencia y reza con devoción Padre Nuestro, Ave María y Gloria en memoria de las cinco llagas de Nuestro Señor... Amén.
Leonardo Madrid (Negro) 1969

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