de Leonardo Bernabé Madrid, mi padre, "cosechador de amistades que perduran". Para la familia, para los amigos, para quienes lo conocieron, para los que llegaron tarde, para el pueblo de General Guido

7/12/06

Las congregadas

¡Raquel! Llamaron las muchachas, que sentadas en el patio rectangular de la casa, amurallado por la galería de baldosas amarillas, aprovechaban el solcito de otoño, hay olor a tranquilidad dijo Raquel, acomodando sus huesos en un sillón hamaca, rodeada de almohadones para apaciguar sus innumerables dolores, dale contanos el día que conociste a Elina pidió Orosia, ¿a que huele la tranquilidad? pregunto mirando sin ver, a tilo y valeriana dijo Irina, estas aprendiendo muchachita, cuando llegues a mis años, serás la mejor vaticino. Ya había perdido la cuenta, llevaba diez años contándoles esta historia, siempre igual, sin agregar ni quitar nada y una vez más comenzó diciendo
Yo había ido a la Iglesia, ese día, tenia que pedirle algo al de arriba, estaba ahí en el último banco de la izquierda, adelante casi pegadas al altar estaban las congregadas, de repente, alguien entra a la carrera, agitado, hace una genuflexión casi imperceptible, se persigna en un suspiro, gira a su derecha y se pierde por la puertita que da a la sacristía, ¿y vos como sabes que por allí se va a la sacristía? Pregunto Orosia, como era su costumbre, arrancando la risa de las chicas. Deja de hacerte el comisario, vos, que acá dos son multitud. Dijo riendo. ¿Sigo? Seguí, seguí le pedían a coro las chicas. Las mujeres, que rogaban la novena, se miraron, pero no dejaron el Dios te salve…… la que llevaba el orden se dio la vuelta y ahí me vio, como si hubiera visto al mismo demonio, de a una todas fueron girando las cabezas, el susurro seguía Santa Madre ruega por nosotros y crecía en el acústico recinto. Justo cuando la congregada anunciaba el misterio gozoso numero quinto. “El niño perdido y hallado en el templo” entraron dos, uno era milico y ahí me vieron, ¿Qué haces acá a esta hora?, vine a hacer una visita dije, mirando el Altar Mayor, y ¿a Usted que lo ha traído a Guido Jefe?, pregunte al milico. ¿Viste al que entro?, no he visto nada, haces mal, no hay que mentir en la casa de Dios dijo mirándome con inapetencia.
El cura se acerco caminando por el centro de la nave hacia nosotros, me saludo con un bienvenida a la casa del Señor hija. Las congregadas tenían los cuellos rígidos de tanta vuelta, andate, me dijo por lo bajo el que estaba con el milico y para evitar problemas Salí, ¿y vos de donde lo conocías? ¿Al milico? De Dolores. Seguí Raquel, seguí. Bueno cuando me iba, escuche que el cura manifestaba que no había visto a nadie. Es un criminal, Padrecito, dijo el que venia con el milico. ¡Que no he visto nada hijos!, mentía el curita, días después supe que no había mentido, esa vez. En la calle se agolpaba la gente, que vaya a saber como había sido puesta sobre aviso, las mujeres cuando me vieron salir se persignaron, las muy arpías, los hombres en cambio me dedicaron una mirada maliciosa, mientras yo envuelta en mi mantón, como una señora, que soy, derechita pase por el medio de la jauría camino de esta casa. Todo era un enorme cuchicheo que entraba por los oídos y retumbaba en mi cabeza, un asesino, un criminal, un homicida, un delincuente, un ladrón, la gente habla sin saber, si algo aprendí en mi oficio, es a oír, pensé. Cuando torcí en la esquina allí estaba, aterrado temblaba, se olía el miedo, por que el miedo tiene olor ¿sabían? había olor a miedo. Ayúdeme señora dijo en un tono casi, inaudible ¿y vos? Yo no pregunte, abrí la puerta, le hice un ademán, entró y con la vista en las baldosas amarillas de la galería, dijo gracias. Nadie me vio así que lo lleve a mi pieza y le dije mira pibe, esto es un prostíbulo, aquí no podes quedarte, los milicos van a venir en cualquier momento, Por favor señora, por favor ¿y? , y lo deje. Se quedo en un rincón detrás del biombo parecía un perrito asustado, era un chico, no tenia más de quince o dieciséis. Seguí, Bueno, pasaban los días, dos para ser exacta, y el pibe seguía en la pieza todo el día comía alguna cosita que yo le llevaba, algún caramelo que me habían regalado, usaba la bacinilla y se dormía en el rincón detrás del biombo Fue entonces cuando vine al salón y le conté a Madame.
Entramos a la pieza, corrí el biombo y allí estaba, hecho un ovillo, se estremeció al vernos allí paradas, por primera vez vi el color de sus ojos parecían de caramelo, por debajo de la gorra que le cubría la cabeza asomaba un mechón de pelo castaño, que trato de ocultar prontamente, recién en ese momento preste atención a ese detalle, nunca se había sacado la gorra.
Madame me tomo del brazo salimos cerro la puerta y dijo, Raquel ¿Dónde esta el chico? Es una niña, ¿es que no te has dado cuenta?, es una niña. Volví a entrar me acuclille a su lado y por primera vez le pregunte su nombre Elina dijo, y rompió en llanto, Ayúdeme Señora, no dejen que me lleven. Entro Madame con un tazón de leche y pan, se llama Elina dije, Ya habrá tiempo de conocernos, ahora niña, come, luego vendré a buscarte te darás un baño reparador y hablaremos. Tu, Raquel, a lo tuyo y ni una palabra de esto, ya veremos.
Es hermosa la niña en verdad, hermosa, tiene catorce años, viene desde la capital buscando a su padre dijo mientras escribía una esquela, llegó a Dolores buscando familiares, pero los Lobos la encontraron primero dijo con rabia, siempre hay lobos al acecho, la madre murió de tuberculosis hace menos de un año dijo entonces Madame cerrando el sobre donde había colocado prolijamente la esquela, ya esperaba parado en la puerta el cochero, lleve esto y lo entrega en mano, el viejo miro el sobre, apretó en su mano la gorra negra, en un gesto de nerviosismo y pregunto ¿al Doctor? Y si sabes leer para que me preguntas replico Madame Y vos Raquelita, cambiate de ropa, ponete algo decente que vamos a la Iglesia ¿hoy? Pregunte. Sí, hoy y ahora dijo resuelta.
Salimos las dos de negro, parecíamos dos congregadas, en el atrio barría desganado el sacristán, más que barrer observaba por sobre sus anteojos, los movimientos de pueblo, si algo pasaba, el sacristán lo sabría, antes que el cura en el confesionario. Queremos ver al cura dijo Madame. No esta, dijo sin mirarla. Lo esperaremos indicó y empujo la puerta, un olor a paz, por que la paz tiene olor ¿sabían?, nos envolvió. Ese dulce olor a nardos, entro por la nariz y se instalo en mi corazón, nos sentamos en el primer banco, justo frente a Nuestra Señora, Madame dijo vos que sabes pedir pedí por que la niña y su padre se encuentren y que este curita astuto nos ayude. Por que hace esto Madame, le pregunte. Por que es una niña, yo tenía su edad cuando salimos con mi madre de Marsella, mi madre murió en el viaje. Y yo sola, aterrada, llegue al puerto de Montevideo, a los pocos días de llegar una señora pregunto por mi, yo sabia que no tenia familiares, pero ella dijo ser mi tía, hizo un silencio largo, mi tía me trajo a Buenos Aires, a una casa pública, catorce años tenía cuando impidieron mi destino.
No la volví a ver hasta una noche en Rosario, había una fiesta y ella entro del brazo de un hombre muy elegante, paso a mi lado sin verme, mi tía, repitió, con un dejo de amargura. Muchas veces me despierto soñando que estoy en aquel barco, todo es alegría, alguien pide que dejemos de cantar, que en la cubierta principal se escucha nuestra alegría y están todos muy apenados por que ha muerto una señora muy importante y ¿sabes quien es la señora que ha muerto en mi sueño, Raquel?, ella, mi tía, el barco llega a Montevideo y mi madre me esta esperando, hay sol somos felices. Otra hubiera sido mi vida, si mi madre no hubiera muerto en aquel viaje, hoy estaría con mi hijo, rodeada de nietos. El sacristán se acerco mirando por sobre los antejos, aquí no Señoras, este es el sitio de las congregadas, pues aquí si Sacristán, aquí sí dijo resuelta Madame, nosotras también estamos congregadas, Y le dices al curita que lo estamos esperando. Señoras dijo el cura, cruzando la puerta de la sacristía, que estáis en la casa del Señor, que las ha traído hasta esta santa casa, la verdad padre, hemos venido a buscar la verdad, le soltó Madame. Hace unos días alguien llego aquí preguntando por el Doctor, silencio Señora, le recuerdo a usted que esta en la casa de Dios, y lo sé padre, lo sé, por eso me sorprende que cuando ese alguien pidió ayuda en esta casa, le cerraron la puerta, por suerte otra casa, la no santa, se las abrió. Señora dijo el cura. No he terminado padre. Ese alguien necesita nuestra ayuda, la mía ya la tiene, ahora vine a pedirle a usted que haga memoria, que recuerde el día que la Señora, aconsejada por Usted llevo a una jovencita a Buenos Aires, Le recuerdo a Usted Señora, que esa distinguida Dama ha muerto, pero hace catorce años estaba viva, tan viva como usted ahora dijo Madame sin levantar la voz. Es probable que usted no recuerde, pero aquella jovencita fue madre y dejo una carta, ¿dejo? pregunto el cura Sí, ella también murió, y la niña al verse sola, acorralada por los Lobos hambrientos escapando vino a buscarlo a Usted, por que la Madre siempre lo recordaba con respeto, me escucha padre Respeto repitió, entonces, ella inocente mariposa creyó que usted la ayudaría a encontrarse con su padre, por que usted conoce al padre ¿verdad?, usted lo bautizo hace treinta y tres años en la capilla de la Estancia ¿lo recuerda padre? Inquirió enérgica Madame, ¡lo recuerda! El cura no hablaba, estaba mudo, el sacristán hizo sonar las campanadas que llamaban al ángelus. Nos vamos padre, dijo Madame, Usted tiene mucho que hacer y el Doctor ya habrá recibido mi esquela que va a hacer Usted, Señora trato de averiguar, nervioso, el cura, Esa niña entró aquí, dice Usted la verdad, Salí yo a atender a esos hombres y cuando regrese a la sacristía ella se había ido por los fondos, en verdad no sabia quien era y como Usted puede imaginar no le iba a dar indicar donde encontrar al Doctor hasta no saber de quien se trataba. Madame, lo miro, ahora lo sabe padre dijo y salimos. Cuando pasamos la puerta, el secretario del Doctor estaba parado en el atrio, pero no venía por el cura. ¿Qué va a pasar Madame? Pregunte. El secretario se acerco y ante la mirada absorta de las congregadas que iban llegando, rosario, libro y mantilla, dirigiéndose a Madame dijo Señora el Doctor la espera, a usted sola aclaro, echándome una mirada tímida. Vamos Raquel dijo Madame y cruzamos la plaza. Cuando entramos en el Despacho, ni buenas tardes, ni tomen asiento, ¿Qué es esto? Un chantaje. Madame se sentó frente a él, escritorio por medio, yo parada a su lado, las dos de negro, igualito que las congregadas. Esto se llama Elina, dijo mientras se sacaba los guantes y dejaba al descubierto sus manos blanquísimas, es tu nieta, tiene catorce años, su madre ha muerto, no tiene a nadie. Esta historia no termina estimado amigo, Emilio, nunca supo nada de esto, la chinita estaba preñada y tu distinguida esposa ayudada por el curita marrullero decidieron que la chinita viajara a la capital, yo presumo que vos de esto nada sabias ¿o me equivoco?, Luisa se fue tras un resero, le dijeron, a Emilio, que podías esperar de una Chinita, se fue. Más tarde alejó a Emilio, obligándote a enviarlo a Europa, pero ese es otro tema.
El curita, le consiguió a Luisa, un lugar para vivir y tu distinguida esposa un trabajo, así lavaron sus conciencias, cuando nació la niña, las monjas del convento la cuidaban mientras su madre, trabajaba, la cuidaron bien, es una niña maravillosa. Cuando Luisa supo que estaba muy enferma escribió en una carta para Elina, la verdad, se la entrego a una monjita con la promesa, que esta se la entregaría a la niña llegado el momento. Luisa murió y cumpliendo la promesa, la Monja le entrego la carta a la niña.
El Doctor la miraba, ¿donde esta ahora?, interrumpió, en la casa, dijo Madame, pero no es un lugar para ella, agrego. Esta en buenas manos dijo él, No me equivoque dijo Madame No sabias nada de todo esto. El sosteniendo la mirada de Madame, dijo Nada Anette, la llamó Anette, nadie la llamaba así. Nada, nunca supe nada, yo no lo hubiera permitido, lo sé, por eso vine a verte, y lo bien que has hecho mi buena Anette, hoy mismo hablare con Emilio. Madame me hizo un gesto y yo abandone la sala, un minuto después salio Madame. ¿A que hay olor? me pregunto retando mi olfato, y demostrando que ella me prestaba atención, me prestaba el oído, a alcanfor dije, no tontita a que sentimiento huele la tarde. ¡Ah! Hice una inspiración profunda y sin vacilaciones afirme al Amor, ella sonrió, me tomo del brazo y cruzamos la Plaza y yo recordé la noche que nos conocimos en Dolores, yo tenia veintidós años, también entonces me tomo del brazo y me dijo, los hombres no solo vienen por tu cuerpo Raquel, también buscan tu oído, escúchalos, ellos necesitan confesarse y para hacerlo vienen a nuestra casa.

Raquel, avísale a Madame que llegó el coche que mando el Doctor, ¡que linda esta Madame! Vos también Raquel, el negro es un color que nos sienta bien, ¿Cuántos años pasaron de aquella tarde en la Iglesia? Seis Madame. Subimos al coche y salimos rumbo a la Estancia, desde que la niña se fue a vivir allí, esta era la primera vez, que Madame y yo íbamos a visitarla, nos tenia que dar una noticia decía la esquela que había mandado con esa letra prolijísima que siempre ha tenido, yo guardo todas sus cartas, las de Italia, cuando fue a Francia, las postales de Inglaterra, las de España, todas. ¿Que nos tendría que decir Elina? Llegamos en ese parque tan hermoso que olía a Heno de Pravia, ella corrió a buscarnos, se abrazo a Madame y del brazo entre ambas nos llevo hasta la mesa que debajo de unos árboles nos esperaba con unas cosas ricas y una jarra de limonada. Quiero que conozcan a mi prometido, Madame se emociono y en un abrazo fuerte y largo se volvieron a confundir, yo las deje solas y me acerque al cantero de las rosas a empaparme de sus olores, ella soltó a Madame recién cuando vio a su padre y a un joven que se acercaban hacia nosotros, más atrás una señora muy elegante, un señor y el Doctor también llegaban en amable conversación. Agustín ella es Anette, ella Raquel dijo mientras nos tomaba por los hombros, y ellos son Susana y Don Manuel mis futuros suegros. Bueno ahora que estamos todos juntos Papá, Abuelo, Don Manuel, Raquel dijo tomando mi mano Agustín y yo queríamos anunciarles que hemos puesto fecha para nuestro casamiento será en tres meses, Susana y Anette ya lo sabían, la señora asintió con la cabeza, el Doctor la miro profundo a Madame y ella le devolvió una sonrisa. Pasamos una tarde muy linda, cuando regresábamos Madame seco varias lágrimas de alegría, decía, son de alegría. Cuando llegamos al pueblo Madame pidió pasar por la iglesia, bajamos y entramos “las otras congregadas” estaban en primera fila, Madame y yo entramos por la nave principal, sonaban nuestros zapatos en el piso de damero y se hacían oír en el silencio de la casa, así llegamos hasta el altar hicimos una genuflexión nos persignamos y nos arrodillamos en el reclinatorio de la derecha tenemos mucho que agradecerle Raquel dijo, la puertita de la sacristía se abrió, salio el sacristán, más viejo, sin haber perdido su costumbre de mirar por sobre los antejos, al pasar frente a nosotras rezongo moviendo la cabeza en signo de desaprobación y tras él, el curita forastero que lo oyó, lo amonesto señalándole, Victorio no te olvides que estas en la casa de Dios, Las congregadas, las otras, iban ocupando sus lugares en el ala izquierda, después de hacerse la señal de la cruz, se arrepintieron de todo corazón y aquella tarde seis años más tarde la que llevaba el orden anuncio “ El Ángel entró en su casa y la saludo diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”.

El llamador de la cancel interrumpió el relato, el mensajero del telégrafo estaba en la puerta de la casa, avisando que tenia un despacho telegráfico para la Señora Raquel, Orosia lo fue a buscar, léelo muchacha, que hoy veo menos que ayer dijo Raquel el telegrama decía Buenos Aires, abril 30 de 1920. Madame Anette stop ha muerto stop te abraza Elina stop. Orosia percibió olor a claveles cuando termino de leer el telegrama, Raquel se quedo en silencio, miro a cada una de sus congregadas, con esa ternura tan de ella y dijo muchachas, cierren los postigos, echen la tranca en la cancel hoy la casa estará cerrada velaremos el sueño de Madame.
La muerte, decía Raquel, huele a claveles, en esta casa esa flor, esos perfumes están prohibidos expuso el día que le ordeno a Orosia a deshacerse del frasquito de extracto de "Claveles Mendocinos" por el que había pagado ocho pesos. Habían pasado diez años desde entonces, ocho años de la tarde que Raquel recibió el telegrama que la ponía al tanto de la muerte su Madame Anette. Ahora Orosia la veía tan quebrantable, tan frágil, tan llena de dolores, apoyada en ese bastón, pidiendo que alguna de ellas le leyera las cartas que mandaba Elina, nunca acepto ir a Dolores, menos a Buenos Aires. Ver a Raquel era como ver el futuro, pensó mientras se acomodaba para leer la novela de los jueves Especial para Caras y Caretas “Patio de Jazmines”. Irina se había marchado hacia ya una semana, tendría que descubrir ella sola a que olía el amor, y como si le hubiese leído el pensamiento Raquel desde su sillón hamaca rodeada de almohadones recibiendo los tibios rayos del sol de otoño dijo hay olor a Heno de Pravia, como aquella tarde cuando Madame salio del Escritorio del Doctor, como en el parque de la Estancia la tarde que Elina nos participo su casamiento, ese era el perfume que distinguí la mañana que el Doctor Emilio vino a buscar a Madame, el amor Orosia me dijo, huele a fresco, a limpio, a primavera y se quedó dormida.

Aclaración: esto paso, he tenido la precaución de cambiar los nombres, algún memorioso quedará e mi pueblo para dar fe. Leonardo Madrid (Negro) 1977

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