Soné que venias a buscarme, desperté, y al no encontrarte, te llamé con un grito ahogado en llanto, y allí estabas, en la casa, en tus cosas, en las plantas del patio, en los ojos húmedos de tus seis muchachos, en la entrañable sonrisa de papá. Te prometí esa tarde cuidarlos a todos, cuidar de todo, de la casa donde compartimos penas y alegrías, de tu libro de cocina. Regaré tus plantas, dije, y canturreare valsecitos cada atardecer.
Pero hoy tengo que irme, me voy con los muchachos, cuidare de ellos como te prometí.
Recorro la casa una y otra vez, hoy la ausencia duele más que ayer, me detengo frente al rosal donde tus ángeles tejían cintas azules y rosadas con las que invisiblemente nos sujetabas a tu lado, el rosal desde donde tus amigos luminosos velaban nuestro sueño.
En mi memoria aparece entonces, la cajita donde guardabas las plumitas y las cintas que tus ángeles te regalaban, cuando uno de tus muchachos estaba próximo a partir, cuando se alejaba, sacabas una de esas cinta y la atabas al tronco rugoso del rosal y decías en voz baja, ¡hasta cuando vuelvan!, y en esa ceremonia tan intima, parecía que los soltabas a volar.
Recorro la casa, busco la cajita, solo queda una cinta y un par de blancas plumitas, la aprieto fuerte y me voy, un día cualquiera volveré, yo se que volveré, entonces voy a atar esta cinta en el rosal y quizás pueda aún volar. ¿Volare mamá?
Pero hoy tengo que irme, me voy con los muchachos, cuidare de ellos como te prometí.
Recorro la casa una y otra vez, hoy la ausencia duele más que ayer, me detengo frente al rosal donde tus ángeles tejían cintas azules y rosadas con las que invisiblemente nos sujetabas a tu lado, el rosal desde donde tus amigos luminosos velaban nuestro sueño.
En mi memoria aparece entonces, la cajita donde guardabas las plumitas y las cintas que tus ángeles te regalaban, cuando uno de tus muchachos estaba próximo a partir, cuando se alejaba, sacabas una de esas cinta y la atabas al tronco rugoso del rosal y decías en voz baja, ¡hasta cuando vuelvan!, y en esa ceremonia tan intima, parecía que los soltabas a volar.
Recorro la casa, busco la cajita, solo queda una cinta y un par de blancas plumitas, la aprieto fuerte y me voy, un día cualquiera volveré, yo se que volveré, entonces voy a atar esta cinta en el rosal y quizás pueda aún volar. ¿Volare mamá?
Ofelia Isabel Madrid (Negra)
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