¡Que Tormenta!, contaban los viejos, que dijo aquel hombre, al entrar al boliche. Un tiempo antes, con las mismas palabras, otro forastero entro al boliche, traía un poncho encerado que lo cubría hasta la media pierna, una bota fuerte, y un sombrero negro de ala ancha que le tapaba los ojos, se fue desprendiendo de las prendas, primero el sombrero, después el encerado y se arrimo una silla a la mesa donde nosotros íbamos a comenzar la partida de truco, ¿se puede? Dijo, y con un gesto, pidió al dueño una caña.Afuera los refucilos alumbraban la noche, que se presentaba igual a aquella otra, fatídica y nefasta en la que murió el angelito, no había terminado yo de pensar en esto, cuando ella apareció en la calle, toda vestida de negro, envuelta en sus pañoletas y en la mano el cuchillo, reluciente. Me creen si les digo que desde entonces todas las tormentas se me hacen iguales, agua y viento, la una desaguándose en el viejo cañadon, como queriendo lavar tanta culpa, el otro golpeándose con furia contra las endebles ramas de los viejos árboles, como queriendo matar el pasadoTodo sucede en consecuencia, recuerdo que dijo el forastero que apoyado, ahora en la puerta del boliche se había detenido a mirar aquella mujer que, cuchillo en mano, peleaba con el viento- ¿Esta loca?, preguntó.
- Razones no le faltan, Don, no le han quedado ni lágrimas a la pobrecita, pero no se entrega, veinte días con sus noches de velorio, no comía, no dormía, aferrada a ese cuerpito inerte, repitiendo una y otra vez, como una letanía mío, mío.
Afuera la tormenta arreciaba y ella, empapada, cuchillo en mano peleándole a la nada. Ha enloquecido amigo, y no es para menos.-¿Usted sabe como fue?, sí, le cuento. Ella estaba sola, con el crío, aquella noche, ¿hombre?, nadie le conoce, como le cuento, la tormenta se venia al galope y ella, solita, salio a cortarla, con el angelito en un brazo y el cuchillo en la mano derecha, arranco pa` el lado por donde se venia la tempestad, gauchita la muchacha, el viento de cara, la cegó y arremolino en sus chales, al zafarlo no advirtió que la hoja silenciosa acariciaba la gargantita del mocoso.-¿Lo degolló? - Y sí, se dio cuenta, la pobrecita, recién cuando iba a cortar la cruz, y vio esas gotitas tibias que corrían por su mano y se estrellaron en la sal, apretó contra su pecho al hijito y en un alarido, que cruzo el monte, entro en las casas rogándole a San Ignacio, ¡como! no iba a enloquecer la infortunada, dicen que los gritos llamando al santo se escucharon a varias leguas.- Y ahí la tiene, ahora, sale a pelear con el viento, que le mato al hijito, mano a mano, devota de San Ignacio la pobrecita.- ¿Marido?, no se le conoce, talvez el hombre ande cuatreriando o enredado en alguna pollera, nadie lo ha visto nunca, ella llegó solita con el crío, a esa casa, donde dicen vivieron hace años, unos parientes. Para decir verdad yo, no los recuerdo y Usted sabe Don, por acá nadie pregunta.Las Doñas dicen, que vino de la Capital, por las ropas, vio, de tanto hojear revistas que dejan las señoras cuando vienen por la compra, desde el campo, algo conocen las mujeres, dijo el Patrón.
El céfiro se coló por la puerta que quedo abierta, cuando salio aquel forastero que se lo llevaba el diablo, echándose en las espaldas el encerado, se fue derechito al encuentro de la pobrecita que rondaba peleando con el viento, ella lo vio, él avanzaba contra la ventisca, ella se agazapó como un puma, fíjese, lo espero y cuando lo tuvo a tiro se le fue encima y hasta el cabo le sumió el cuchillo, el hombre se cayo de rodillas y con el último resuello la nombro, Marga dijo. Ella, lo miro, le tomo la cara con las dos manos, él se desplomó, ella se acurruco a su lado y dicen que dijo - Ignacio viniste a buscarnos. Lo confundió con el Santo, vea, estaba loca pobrecita. Allí, justo, donde esta esa cinacina se desangro el forastero, cuando llego la policía ella ya no estaba, la encontraron en el cementerio sobre la tumba del angelito, dicen que murió de frió aquella misma noche.
-¿Que si conozco el lugar donde “intierraron” al angelito?, apueste que si Don, ni bien acampe lo llevo dijo el Liborio.
-Y ¿lo llevo? Y sí, cuando empujo la reja, dijo, que un frío le gano las espaldas, al Liborio no le gusta andar en campo santo, pero estaba comprometido con el hombre, lo acompaño hasta el mismo lugar, y lo dejo solo. Andaba por ahí, dejando que los muertos me miraran, dijo Liborio, cuando lo vio volver a su encuentro.
- Parecía uno de esos Siñores de las fotos que salen en las rivistas, interrumpe el Liborio, que esta acodado en el mostrador del establecimiento.
-¡Contá, dale, no te hagás rogar, che!
-Ahora amigo dígame ¿donde intierraron al forastero?, me priguntó, por aquí le dije y lo lleve. Cuando salimos, me lo agradició, y me dejo una tarjitita, pero yo no se lier, así que fui a pedirle al Comesario y no lo va a crier Jefe, Salí interrogao
-que, ¿de donde sacaste esto? ¿Qué me viste cara di pavo? Te voy a cruzar el ribenque de lao a lao. ¡Habla! carajo o ti cruzo, me decía el comesario.
- Me la ha dao el hombre que anduvo el día de la sudestada Comesario, me pidió que lo llevara al cementerio, a la tumba del angelito.
- ¿y vos lo llevaste?, Así jue
-¿y dispués?, Nada Comesario, me dejo en el boliche, me agradició y me dio la tarjitita y como yo no se lier, se la truje, pa` que me diga lo que dice.
Mando a llamar al Dilegao.Varias veces golpio con la cartulinita el iscritorio, insiguida dijo,
- mira, esto queda acá y olvidate que conociste al Doctor.
-¿a que Doctor? Prigunte.
- mira que sos trompeta Liborio, me dijo el Comesario
- ¡Pero si no se quien es! Jefe.
- ¡Mejor así. Che, Mejor así!.
El Dilegao Municipal había dentrado al despacho del Comesario, yo me hice a un lao para que pasara, el Comesario le mostro la tarjitita.
- ¡Quién iba a imaginarlo che! Dijo, La semana pasada lei, que el único hijo del Doctor, se incontraba a bordo de ese Barco tan lujoso que naufriagó.
- Mire que casualidad compadre, yo también lei, dijo el comesario, días pasados que una tal Siñorita Marga estaba en el mesmo barco.
Se hizo silencio en el boliche. Liborio continuo.
-los dos, muy ladinos, se miraron y me rilogearon
- El Doctor va a estar muy agradicido de que nosotros hayamos incontrado su tarjitita ¿no le parece Compadre? Dijo el comesario.
- ¡Sí, sí, me parece, Che!. ¡Que Noticia!
- Y con este ¿que hacemos? prigunto el Dilegao.
- Anda nomás Liborio me dijo el comesario, y de esto, che, ni una palabra.
-Entonces Usted no llamó al Doctor dijo el forastero
-Apueste que no don dijo Liborio
-yo, no se lier, soy un pobre gaucho bruto, pero tengo palabra.
de Leonardo Bernabé Madrid, mi padre, "cosechador de amistades que perduran".
Para la familia, para los amigos, para quienes lo conocieron, para los que llegaron tarde, para el pueblo de General Guido
26/1/07
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario