Décimas dedicadas al amigo ROBERTO LASERRA y a toda la gente del Fortín de la Tradición Argentina “TeofiloOlmos” en la Ciudad de la Plata, como expresión sincera de reconocimiento a la magnifica obra de argentinidad que realizan.
En mi anterior le decía
Que a veces me falta tiempo
Pa` dedicarlo al amigo
O acaso escribir un verso
Es así nomás paisano
Tal cual como se lo digo
Pongo a Dios por mi testigo
Que desde que el sol apunta
Paro los huesos de punta
Y del cansancio me olvido
Hoy sin embargo hago un alto
En mi quehacer cotidiano
Pa` agradecerle paisano
Sinceramente su verso
Me ha gustado lo confieso
En el demuestra la garra
De aquella estirpe bizarra
Del trovador de la pampa
Que paseo triunfal su estampa
Abrazado a su guitarra
Nosotros por estos pagos
De cuando en cuando a la viola
Le hacemos unos amagos
De la prima a la bordona
Alguna vez una huella
Otra vez una milonga
Zambas, gatos, algún tango
Que es también música nuestra
Le arrancamos a las cuerdas
De las guitarras cantoras.
Son maneras de pasarlo
Al menos entretenidos
Un asadito buen vino
En torno a un fogón campero
O también bajo el alero
De un rancho cobijador
Escuchando a ese cantor
Que bajo un cielo de estrellas
Emociones de la tierra
Nos canta con todo amor
Amigo Lacerra espero
Que muy pronto nos topemos
Otra vez guitarra en mano
Ya que bien nos conocemos
Junto a Orfeo, su familia
Romero, Don Pedro Bianco
Y otros que lamento tanto
No memorizar sus nombres
Pero a quienes recordamos
Por gauchos, buenos y nobles.
Será pues hasta ése día
Y que Dios esté con todos
Ya ve amigo de que modo
Le cobijo en el recuerdo
Cuando fuimos con Don Pedro
Y fue por primera vez
En el Fortín encontré
Gestos francos y sinceros
Por eso es que tanto quiero
Verlos de nuevo otra vez
Leonaro Madrid.
Banfield 21 /10/1970
de Leonardo Bernabé Madrid, mi padre, "cosechador de amistades que perduran".
Para la familia, para los amigos, para quienes lo conocieron, para los que llegaron tarde, para el pueblo de General Guido
16/2/07
14/2/07
Para que algún día
Yo, hago así con mis relatos y mis versos,
los escribo y como si fueran semillas
los siembro en la memoria de los míos.
En los atardeceres, los digo en voz alta,
para que los lleve el viento.
Para que se los lleve lejos.
Como el mensaje del náufrago,
dentro de la botella, a la deriva, esperarán.
Mañana ocuparan el espacio que deja mi ausencia
Mis versos, mis relatos, madurados al sol
de muchos caminos desandados
de noches de bohemia, amigos, vino y guitarras.
Herederos de toda mi nostalgia, de todas mis tristezas.
Esperarán, a que alguien, algún día
los rescate en el mar de los olvidos.
Leonardo Madrid (Negro) 1974.-
6/2/07
Había una vez
… una chingola, menuda avecita parda, que iba y venía por mi casa, del patio a cocina, de la cocina al patio, bordando esperanzas, deshilachando sueños, cosiendo ilusiones. Se le fue la vida
La diminuta chingola, junto a su chingolo de lindo copete, acopiando ramitas, plumitas y grama a poca distancia del suelo, en el Vecino, armaron su nido.
Yo la veía, con su delantal junto al rosal, llorando penas, riendo alegrías, atando cintitas, escondiendo dolores. Yo, ¡cuanto la quería!
Pensando en a sus pichones, la estremecieron las campanas que llamaron al Ángelus y con su alita rota, fiel creyente, se santiguo y desgranando aves, alcanzo a María.
Ya no hay dolor, se ha dibujado una suave sonrisa en su boca trémula.
La pequeña Chingola se ha quedado dormida, Yo, ¡cuanto la quería! hay silencio en el patio, enmudeció la cocina, y en la casa hace frío. En siete corazones esta latiendo el tuyo avecita parda, pequeña Chingola mía.
Tu fiel compañero celará del nido, hará oír por las noches su canto desleído y en vuelos fatigados, algún día, regresarán tus pichones a dormirse en el nido.
Para su madre Isabel Argañaraz
Leonardo Bernabé Madrid ( 1943 )
5/2/07
El Atillo
Desde la radio alguien canta, “tus cosas en un atillo” dice la letra, más tarde sabré que quien canta es Serrat, ahora yo recuerdo así, de un golpe aquella tarde de Agosto, en mi pueblo de Guido, cuando tenía diez años y escuche por primera vez esa palabra “atillo“.
Nosotros la habíamos visto una o dos veces no más, pasar en el carruaje, con las otras mujeres, como establecía la ordenanza, de nueve a diez, sabíamos muy bien quienes eran, esas mujeres y donde encontrarlas, pero ese año, el barrilete y la pelota, nos quitaban el sueño, no llegaban aún, los alzamientos que nos acercarían a esa Casa. Ese año, 1921 sucedió esto que voy a contarles.En esa siesta fría y gris de mediados de agosto, andábamos con los muchachos haciendo nada por el bajo de la laguna, de pronto oímos una voz que nos llamaba, ¡niños, niños, a vozotros, niños, que estais zordos, hijos! entonces vimos una mano, que se movía detrás del cerco de campánulas, nos acercamos amontonados los cuatro y vimos esos ojos negros, como semillas de achiras, ¡vozotros chavales!, dijo, oculten esto allí y nos indico unos matorrales de donde emergía un tala de ramas endebles y zigzagueantes, ¿allí he dicho niños, dejad allí, el atillo, ala, ala! Y nosotros obedientes cumplimos.
Pronto nos asaltaron las preguntas ¿Qué habría querido decir cuando dijo “atillo” , habría que preguntarle al gallego, él habla con la misma muziquita, Pero no, por que nos pidió silencio, nos dijo: ez mi zecreto y dezde hoy el de vozotros.
Después de mucho deliberar decidimos jugar payanca, desde un lugar donde pudiésemos ver el talita, así, sabríamos si alguien venia a buscar el paquete al que ella llamaba “atillo” y así lo hicimos, llego la noche y nos fuimos cada uno a nuestra casa.A la mañana siguiente en el patio de la escuela acordamos que debíamos volver al bajo y buscar el paquete, abrirlo y así sacarnos la duda.
Al primer chiflido salí saltando en una pata acomodándome las alpargatas, cuando llegamos, allí estaba el envoltorio, como nosotros lo habíamos dejado. Otra vez nos asaltaron las dudas y estábamos considerando, cuando vimos que al trotecito se acercaba un jinete en un gatiado.Buenas y santas, ¿que andan haciendo por acá, muchachos, con una tarde tan fría? dijo el hombre de sombrero requintado.
- Nada dije yo, y agregue, de hablador nomás, lindo el gateao, ¿no es de acá? - No dijo el forastero, voy de paso.
-¿Y pa`donde?,seguí interrogando.
-Voy pa`Boqueron,dijo el don.
- Pero anda mal rumbiao, dije, de metido nomás, ni sabia donde quedaba BoqueronEl no me quitaba el ojo, mientras liaba un cigarro.
- Disculpe, dijo al momento, no sabia que tan joven era el Comesario de este pueblo y largo una carcajada sonora. Yo también me reí, ya le había ganado el lado de las casas al forastero y acariciando el anca del caballo, solté, - tiene gateao, tiene tropilla Don, haciendo gala de mi conocimiento.
- Mira que sos diablón me dijo el forastero.
- Diablón y Estrellero corregí, así dice mi padre.
-¿cuantos años decís que tenes ?
-voy para los once don. Dije
Entonces los muchachos me chiflaron y salí con un, ¡hasta más ver! y a la carrera.
- ¿Como es que te llamás? pregunto, cuando me alejaba.
-¡Negro!, me dicen, alcancé a gritarle, cuando ya pasábamos frente al cerco de campánulas, y esa mujer saltaba, y nos miraba sorprendida, hizo un gesto de silencio y en puntillas, como para no despertar la siesta de agosto, se fue acercando al Talita , llevaba una pañoleta blanca que le cubría la cabeza y caía pesada en tres picos sobre su espalda, se agacho buscando el envoltorio, y con el en su mano se acercó al jinete la esperaba, él tendió la mano y ella se elevo como si fuera humito blanco; cuando pasaron frente a nosotros, exclame a modo de saludo ¡Gateao, antes muerto que cansado! y él, le soltó la rienda.
Ella se volvió para mirarnos desde esos ojos negros, pequeños y profundos, nos regalo un beso que soplo en su mano y nosotros, de pavos, se lo dejamos al viento y con un ¡Grazias Chavales!, que aún hoy recuerdan mis oídos, se perdieron calle abajo, rumbo al sur. El Jinete, la Moza y el Atillo
Nosotros la habíamos visto una o dos veces no más, pasar en el carruaje, con las otras mujeres, como establecía la ordenanza, de nueve a diez, sabíamos muy bien quienes eran, esas mujeres y donde encontrarlas, pero ese año, el barrilete y la pelota, nos quitaban el sueño, no llegaban aún, los alzamientos que nos acercarían a esa Casa. Ese año, 1921 sucedió esto que voy a contarles.En esa siesta fría y gris de mediados de agosto, andábamos con los muchachos haciendo nada por el bajo de la laguna, de pronto oímos una voz que nos llamaba, ¡niños, niños, a vozotros, niños, que estais zordos, hijos! entonces vimos una mano, que se movía detrás del cerco de campánulas, nos acercamos amontonados los cuatro y vimos esos ojos negros, como semillas de achiras, ¡vozotros chavales!, dijo, oculten esto allí y nos indico unos matorrales de donde emergía un tala de ramas endebles y zigzagueantes, ¿allí he dicho niños, dejad allí, el atillo, ala, ala! Y nosotros obedientes cumplimos.
Pronto nos asaltaron las preguntas ¿Qué habría querido decir cuando dijo “atillo” , habría que preguntarle al gallego, él habla con la misma muziquita, Pero no, por que nos pidió silencio, nos dijo: ez mi zecreto y dezde hoy el de vozotros.
Después de mucho deliberar decidimos jugar payanca, desde un lugar donde pudiésemos ver el talita, así, sabríamos si alguien venia a buscar el paquete al que ella llamaba “atillo” y así lo hicimos, llego la noche y nos fuimos cada uno a nuestra casa.A la mañana siguiente en el patio de la escuela acordamos que debíamos volver al bajo y buscar el paquete, abrirlo y así sacarnos la duda.
Al primer chiflido salí saltando en una pata acomodándome las alpargatas, cuando llegamos, allí estaba el envoltorio, como nosotros lo habíamos dejado. Otra vez nos asaltaron las dudas y estábamos considerando, cuando vimos que al trotecito se acercaba un jinete en un gatiado.Buenas y santas, ¿que andan haciendo por acá, muchachos, con una tarde tan fría? dijo el hombre de sombrero requintado.
- Nada dije yo, y agregue, de hablador nomás, lindo el gateao, ¿no es de acá? - No dijo el forastero, voy de paso.
-¿Y pa`donde?,seguí interrogando.
-Voy pa`Boqueron,dijo el don.
- Pero anda mal rumbiao, dije, de metido nomás, ni sabia donde quedaba BoqueronEl no me quitaba el ojo, mientras liaba un cigarro.
- Disculpe, dijo al momento, no sabia que tan joven era el Comesario de este pueblo y largo una carcajada sonora. Yo también me reí, ya le había ganado el lado de las casas al forastero y acariciando el anca del caballo, solté, - tiene gateao, tiene tropilla Don, haciendo gala de mi conocimiento.
- Mira que sos diablón me dijo el forastero.
- Diablón y Estrellero corregí, así dice mi padre.
-¿cuantos años decís que tenes ?
-voy para los once don. Dije
Entonces los muchachos me chiflaron y salí con un, ¡hasta más ver! y a la carrera.
- ¿Como es que te llamás? pregunto, cuando me alejaba.
-¡Negro!, me dicen, alcancé a gritarle, cuando ya pasábamos frente al cerco de campánulas, y esa mujer saltaba, y nos miraba sorprendida, hizo un gesto de silencio y en puntillas, como para no despertar la siesta de agosto, se fue acercando al Talita , llevaba una pañoleta blanca que le cubría la cabeza y caía pesada en tres picos sobre su espalda, se agacho buscando el envoltorio, y con el en su mano se acercó al jinete la esperaba, él tendió la mano y ella se elevo como si fuera humito blanco; cuando pasaron frente a nosotros, exclame a modo de saludo ¡Gateao, antes muerto que cansado! y él, le soltó la rienda.
Ella se volvió para mirarnos desde esos ojos negros, pequeños y profundos, nos regalo un beso que soplo en su mano y nosotros, de pavos, se lo dejamos al viento y con un ¡Grazias Chavales!, que aún hoy recuerdan mis oídos, se perdieron calle abajo, rumbo al sur. El Jinete, la Moza y el Atillo
2/2/07
Yo pienso de esta manera
Cepeda, he leído atentamente los versos que me trajiste por la mañana y he decidido contestarte a vos con otros versos. Considero que el Mejicano, Manuel Gutiérrez Nájera, no va a atenderme por dos razones, la primera por que soy un negro engreído, con pretensiones de poeta, la segunda, intuyo, la más importante por que esta muerto hace ochenta años.
Digo que sí, Que la vida
¡Vivirla vale la pena!
Y es bueno vivirla plena
De los bienes que nos brinda
Así, sí resulta linda
Entonces, la vida es buena
Vivimos por que Dios quiere
Para eso nos dio la vida
Dios el pecado castiga
Si uno peca por malvado
Pero ni es mortal ni es pecado
Vivir gozando la vida
Estoy de acuerdo en que viva
En buena hora el dichoso
Cuide su vida afanoso
Si alegre en el mundo esta
Y si no es capaz de alcanzar
La dicha, no este quejoso
La salida tengo franca
Dice Nájera en su verso
Piensa en la muerte por cierto
Como una liberación
Más no sabe ese chambón
Que el mundo no es de los muertos
Si el supremo goce es premio
Que Dios nos manda del cielo
A todos los que en este suelo
Obedecemos sus leyes
Que me perdone Gutiérrez
El no sabe lo que es bueno
Digo que sí, Que la vida
¡Vivirla vale la pena!
Y es bueno vivirla plena
De los bienes que nos brinda
Así, sí resulta linda
Entonces, la vida es buena
Vivimos por que Dios quiere
Para eso nos dio la vida
Dios el pecado castiga
Si uno peca por malvado
Pero ni es mortal ni es pecado
Vivir gozando la vida
Estoy de acuerdo en que viva
En buena hora el dichoso
Cuide su vida afanoso
Si alegre en el mundo esta
Y si no es capaz de alcanzar
La dicha, no este quejoso
La salida tengo franca
Dice Nájera en su verso
Piensa en la muerte por cierto
Como una liberación
Más no sabe ese chambón
Que el mundo no es de los muertos
Si el supremo goce es premio
Que Dios nos manda del cielo
A todos los que en este suelo
Obedecemos sus leyes
Que me perdone Gutiérrez
El no sabe lo que es bueno
Leonardo Madrid (Negro) 1979
1/2/07
Cancerbero
¡Que no le tenga miedo la chica!
-¡Cancerbeeero! Gritas, ronco, áspero. Se llama cancerbero y es mi perro, ¡Negro!, Negro, vos y también el perro, decís jaraneando, mientras te acercas balanceándote sobre tus pasos. ¡Cancerbero! igual que aquel que los Dioses del Olimpo colocaron al cuidado de las puertas del infierno, el mismo, que impedía a los mortales entrar y a los espectros salir, Cancerbero es el nombre apropiado para mi perro ¿verdad que si Negro?.
Te digo sí y ya te adivino.
Desde no más de treinta centímetros del suelo, un mestizo de pelo hirsuto y vivaces ojos marrones, nos mira como, esperando una caricia, en la última vuelta se echa, hará un sueño cortito mientras te espera.
Estamos en la vereda de casa, en este atardecer de enero, aquí en Guido, a nuestro lado, las chicas, tus nietas, mi nieta, sentaditas en el umbral, sordas a nuestra conversación.
Los recuerdos nos pegan una atropellada y nos ganan en el pique. Esta carrera, el tiempo la lleva aliviada, nos estamos haciendo viejos, te digo, y con la presteza que te ha caracterizado, mirando a las chiquitas, que siguen en sus juegos, ajenas a nuestras confidencias, soltás, “como el perro delincuente/ que regresa con la aurora/ y echado a la puerta llora/ larga y amargamente/ en la tapera doliente/ que fue su torre patricia/ el Día de la Justicia/ me va a encontrar el mundo/ aguardando gemebundo/ como el can una caricia/ ¡Almafuerte! Rematas. Y salís bamboleándote sobre tus pasos, buscando en el amparo de la noche que se anuncia, la estrella que te acaricie. El perro te sigue a prudencial distancia. En la esquina del Club, te alcanzamos con las chicas, respondiendo a tu invitación, van a tomar un helado, se sentaran más tarde a tu lado en un banco de la plaza, mientras vos, viejo amigo, apartas pecheando las memorias que te oprimen la garganta, que te anegan la mirada. Te reclinas en ese asiento, preferido, mirando al cielo, ellas ríen nerviosas cuando las trates de usted, cuchichean como las doñas, te asaltan luciérnagas chispeantes y te roban dos besos, esos, que atesoras tacaño, abuelo rezongón. El tiempo se detiene en ese instante, la estrella esta justo sobre el banco de la plaza.
Tus nietas regresan a su casa y, nosotros digo, te esperamos a cenar, mientras nos vamos pisando chiquito, con mi nieta, dos pasos por delante. Vuelvo en aquel momento la mirada, te veo acariciar al Cancerbero, que a tu lado no pierde de vista las estrellas. Repito, entonces, te espero a cenar.
Desde no más de treinta centímetros del suelo, un mestizo de pelo hirsuto y vivaces ojos marrones, nos mira como, esperando una caricia, en la última vuelta se echa, hará un sueño cortito mientras te espera.
Estamos en la vereda de casa, en este atardecer de enero, aquí en Guido, a nuestro lado, las chicas, tus nietas, mi nieta, sentaditas en el umbral, sordas a nuestra conversación.
Los recuerdos nos pegan una atropellada y nos ganan en el pique. Esta carrera, el tiempo la lleva aliviada, nos estamos haciendo viejos, te digo, y con la presteza que te ha caracterizado, mirando a las chiquitas, que siguen en sus juegos, ajenas a nuestras confidencias, soltás, “como el perro delincuente/ que regresa con la aurora/ y echado a la puerta llora/ larga y amargamente/ en la tapera doliente/ que fue su torre patricia/ el Día de la Justicia/ me va a encontrar el mundo/ aguardando gemebundo/ como el can una caricia/ ¡Almafuerte! Rematas. Y salís bamboleándote sobre tus pasos, buscando en el amparo de la noche que se anuncia, la estrella que te acaricie. El perro te sigue a prudencial distancia. En la esquina del Club, te alcanzamos con las chicas, respondiendo a tu invitación, van a tomar un helado, se sentaran más tarde a tu lado en un banco de la plaza, mientras vos, viejo amigo, apartas pecheando las memorias que te oprimen la garganta, que te anegan la mirada. Te reclinas en ese asiento, preferido, mirando al cielo, ellas ríen nerviosas cuando las trates de usted, cuchichean como las doñas, te asaltan luciérnagas chispeantes y te roban dos besos, esos, que atesoras tacaño, abuelo rezongón. El tiempo se detiene en ese instante, la estrella esta justo sobre el banco de la plaza.
Tus nietas regresan a su casa y, nosotros digo, te esperamos a cenar, mientras nos vamos pisando chiquito, con mi nieta, dos pasos por delante. Vuelvo en aquel momento la mirada, te veo acariciar al Cancerbero, que a tu lado no pierde de vista las estrellas. Repito, entonces, te espero a cenar.
-¡Pero sin vino!, Negro, gritas, jaraneando, disimulando soledades, pecheando recuerdos. ¡A vos, Negro, el vino te hace mal, provocas, ¡a ver si te da por llorar! . Y arrancas meciéndote sobre tus piernas, dos pasos detrás de mi. Leonardo Madrid (Negro)
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