de Leonardo Bernabé Madrid, mi padre, "cosechador de amistades que perduran". Para la familia, para los amigos, para quienes lo conocieron, para los que llegaron tarde, para el pueblo de General Guido

5/2/07

El Atillo

Desde la radio alguien canta, “tus cosas en un atillo” dice la letra, más tarde sabré que quien canta es Serrat, ahora yo recuerdo así, de un golpe aquella tarde de Agosto, en mi pueblo de Guido, cuando tenía diez años y escuche por primera vez esa palabra “atillo“.
Nosotros la habíamos visto una o dos veces no más, pasar en el carruaje, con las otras mujeres, como establecía la ordenanza, de nueve a diez, sabíamos muy bien quienes eran, esas mujeres y donde encontrarlas, pero ese año, el barrilete y la pelota, nos quitaban el sueño, no llegaban aún, los alzamientos que nos acercarían a esa Casa. Ese año, 1921 sucedió esto que voy a contarles.En esa siesta fría y gris de mediados de agosto, andábamos con los muchachos haciendo nada por el bajo de la laguna, de pronto oímos una voz que nos llamaba, ¡niños, niños, a vozotros, niños, que estais zordos, hijos! entonces vimos una mano, que se movía detrás del cerco de campánulas, nos acercamos amontonados los cuatro y vimos esos ojos negros, como semillas de achiras, ¡vozotros chavales!, dijo, oculten esto allí y nos indico unos matorrales de donde emergía un tala de ramas endebles y zigzagueantes, ¿allí he dicho niños, dejad allí, el atillo, ala, ala! Y nosotros obedientes cumplimos.
Pronto nos asaltaron las preguntas ¿Qué habría querido decir cuando dijo “atillo” , habría que preguntarle al gallego, él habla con la misma muziquita, Pero no, por que nos pidió silencio, nos dijo: ez mi zecreto y dezde hoy el de vozotros.
Después de mucho deliberar decidimos jugar payanca, desde un lugar donde pudiésemos ver el talita, así, sabríamos si alguien venia a buscar el paquete al que ella llamaba “atillo” y así lo hicimos, llego la noche y nos fuimos cada uno a nuestra casa.A la mañana siguiente en el patio de la escuela acordamos que debíamos volver al bajo y buscar el paquete, abrirlo y así sacarnos la duda.
Al primer chiflido salí saltando en una pata acomodándome las alpargatas, cuando llegamos, allí estaba el envoltorio, como nosotros lo habíamos dejado. Otra vez nos asaltaron las dudas y estábamos considerando, cuando vimos que al trotecito se acercaba un jinete en un gatiado.Buenas y santas, ¿que andan haciendo por acá, muchachos, con una tarde tan fría? dijo el hombre de sombrero requintado.
- Nada dije yo, y agregue, de hablador nomás, lindo el gateao, ¿no es de acá? - No dijo el forastero, voy de paso.
-¿Y pa`donde?,seguí interrogando.
-Voy pa`Boqueron,dijo el don.
- Pero anda mal rumbiao, dije, de metido nomás, ni sabia donde quedaba BoqueronEl no me quitaba el ojo, mientras liaba un cigarro.
- Disculpe, dijo al momento, no sabia que tan joven era el Comesario de este pueblo y largo una carcajada sonora. Yo también me reí, ya le había ganado el lado de las casas al forastero y acariciando el anca del caballo, solté, - tiene gateao, tiene tropilla Don, haciendo gala de mi conocimiento.
- Mira que sos diablón me dijo el forastero.
- Diablón y Estrellero corregí, así dice mi padre.
-¿cuantos años decís que tenes ?
-voy para los once don. Dije
Entonces los muchachos me chiflaron y salí con un, ¡hasta más ver! y a la carrera.
- ¿Como es que te llamás? pregunto, cuando me alejaba.
-¡Negro!, me dicen, alcancé a gritarle, cuando ya pasábamos frente al cerco de campánulas, y esa mujer saltaba, y nos miraba sorprendida, hizo un gesto de silencio y en puntillas, como para no despertar la siesta de agosto, se fue acercando al Talita , llevaba una pañoleta blanca que le cubría la cabeza y caía pesada en tres picos sobre su espalda, se agacho buscando el envoltorio, y con el en su mano se acercó al jinete la esperaba, él tendió la mano y ella se elevo como si fuera humito blanco; cuando pasaron frente a nosotros, exclame a modo de saludo ¡Gateao, antes muerto que cansado! y él, le soltó la rienda.
Ella se volvió para mirarnos desde esos ojos negros, pequeños y profundos, nos regalo un beso que soplo en su mano y nosotros, de pavos, se lo dejamos al viento y con un ¡Grazias Chavales!, que aún hoy recuerdan mis oídos, se perdieron calle abajo, rumbo al sur. El Jinete, la Moza y el Atillo

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