¡Al overo!, te le vas de noche y le sacas una cerda de la cola, y escucha bien Ulogio, te maneas un sapo vivo, y así, lo “eintierras”, vivo, en la cancha, anda nomás, que no me debes nada che y que gane el “miejor”.
¿Bicho moro?, eso te arruino la papa Martin, yo te curo, te vas a la laguna y buscate cuatro sapos machos, les atas las patas y los colgás, así, levantaba los brazos, en las cuatro esquinas del lote, después contame che, anda nomás que nada debes.
No le tenga miedo doña Maria, cuando los oigás, cruzas así y mostraba con sus pies, las alpargatas y ¡ya esta!, como que me llamo Pancho y Sierra, tus perros dejan de aullar. Anda Mujer, nada debes.
El Aprendiz de curandero y su asistente pasaban las horas en la galería atendiendo a sus imaginarios consultantes, mientras mamá, los miraba desde la cocina y sonreía, Rojo les daba letra, Tulio y yo jugábamos al hoyo aquel último día de Junio ¿ustedes se preguntan como es que recuerdo con tanta precisión, Mochi, cumplía los diez, 30 de junio de 1922, la casa olía a cascarilla y a buñuelos angelones.
El aprendiz de curandero recelando que todos lo observaban se puso frente a un paraguas, que abierto, escurría el agua de la lluvia molesta que se había descolgado un rato antes, obligando a alguno de los asistentes a la partida de mus que se desarrollaba en la cocina a hacer uso.
De pie, frente a aquel paraguas, Loro, el aprendiz de curandero, invocando a Pancho y Sierra, ordeno a la sombrilla negra que caminara… ¡en nombre de Pancho ¡Camine carajo! Grito con fiereza. La asistente era la Negra, tenía cuatro años, pero lo seguía todo el día, donde estaba el Lorito, decía mamá, esta Ofelita, bueno, ahí estaba ella, ordenándole al “panaguas” caminar ¡en el nombre de Pancho ande Calancho! Dijo resuelta Ofelita. Sopló viento del este y el utensilio cobro vida, pego tres salto y un revolcón. Al ver que aquella cosa se les acercaba, el aprendiz de Curandero y Ofelita, su ayudante, se lanzaron en fugaz carrera hasta alcanzar las polleras de mamá, que ya se disponía a servir la humeante cascarilla para festejar los diez de su mimado Benjamín.
¿Bicho moro?, eso te arruino la papa Martin, yo te curo, te vas a la laguna y buscate cuatro sapos machos, les atas las patas y los colgás, así, levantaba los brazos, en las cuatro esquinas del lote, después contame che, anda nomás que nada debes.
No le tenga miedo doña Maria, cuando los oigás, cruzas así y mostraba con sus pies, las alpargatas y ¡ya esta!, como que me llamo Pancho y Sierra, tus perros dejan de aullar. Anda Mujer, nada debes.
El Aprendiz de curandero y su asistente pasaban las horas en la galería atendiendo a sus imaginarios consultantes, mientras mamá, los miraba desde la cocina y sonreía, Rojo les daba letra, Tulio y yo jugábamos al hoyo aquel último día de Junio ¿ustedes se preguntan como es que recuerdo con tanta precisión, Mochi, cumplía los diez, 30 de junio de 1922, la casa olía a cascarilla y a buñuelos angelones.
El aprendiz de curandero recelando que todos lo observaban se puso frente a un paraguas, que abierto, escurría el agua de la lluvia molesta que se había descolgado un rato antes, obligando a alguno de los asistentes a la partida de mus que se desarrollaba en la cocina a hacer uso.
De pie, frente a aquel paraguas, Loro, el aprendiz de curandero, invocando a Pancho y Sierra, ordeno a la sombrilla negra que caminara… ¡en nombre de Pancho ¡Camine carajo! Grito con fiereza. La asistente era la Negra, tenía cuatro años, pero lo seguía todo el día, donde estaba el Lorito, decía mamá, esta Ofelita, bueno, ahí estaba ella, ordenándole al “panaguas” caminar ¡en el nombre de Pancho ande Calancho! Dijo resuelta Ofelita. Sopló viento del este y el utensilio cobro vida, pego tres salto y un revolcón. Al ver que aquella cosa se les acercaba, el aprendiz de Curandero y Ofelita, su ayudante, se lanzaron en fugaz carrera hasta alcanzar las polleras de mamá, que ya se disponía a servir la humeante cascarilla para festejar los diez de su mimado Benjamín.
Leonardo Madrid(Negro) 1980
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